Reloj de sol

Joaquín Pérez Azaústre

Crisis en tierras infinitas

EL exceso se abraza, es bienvenido en todos los confines del exceso. Estos días se ve, con más urgencia, que la crisis está en tierras infinitas, como en el cómic de Marv Wolfman dibujado por George Pérez. También entonces la crisis parecía estar lejos de casa, y por eso los guionistas medulares de DC decidieron que los diferentes mundos paralelos que asediaban el mundo de los superhéroes norteamericanos, dando lugar a un Superman ya viejo que había llegado a la Tierra en los años 30, por ejemplo, coexistiendo con otro de la época contemporánea, debían refundirse en uno solo, de manera que el multiverso diera espacio a un solo universo. Muchas vidas se cerrarían para siempre, o no habrían existido. Así, el Superman moderno nunca combatió en la Segunda Guerra Mundial bajo el mando del presidente Roosevelt, como sí sucediera en cada comic-book del hijo del último hijo de Krypton vendido en los años 40, y Batman no murió ya avejentado de un combate que no pudo ganar, ni Robin se hizo adulto para cambiar su traje inspirado en Douglas Fairbanks por unas calzas largas.

Así pues, nada había ocurrido, o había ocurrido todo y se había perdido para siempre. Es lo que sucede con las crisis: que todo se refunde y se renueva, que todo nace y crece o muere para siempre. En aquellos años, el cómic norteamericano había llegado ya a tal saturación de tiempos concurrentes, a tal exceso de líneas paralelas que a veces se cruzaban, que se hizo necesaria una reinvención. Así se concibió Crisis en tierras infinitas, la obra fundacional, junto con Watchmen, de Alan Moore, del cómic de superhéroes moderno, quizá junto al Dark Night de Frank Miller o al Batman Año 1. Poco después, el personaje estrella de la editorial, el bueno de Kal-El, también cayó en vigor, o sea, en ventas, y fue entonces cuando en la casa decidieron que había llegado el momento de anunciar la muerte de Superman. Dejando a un lado tantas estrategias comerciales, en realidad parejas a las de la gran casa rival, Marvel Comics, que acaba de matar de un atentado al Capitán América, lo cierto es que en toda industria, en toda vida o en cualquier cosmos llega un momento exacto en que el exceso sólo da lugar a un estallido, a una limpieza a fondo de todos los cimientos podridos de la historia.

En las últimas décadas, hemos adoptado el exceso como patrón vital, un exceso que ahora, en estos días, ya se ha convertido en una plenitud tal vez impúdica, pero también real. Después de cada crisis viene el fuego, que tanto purifica y tanto limpia. No sabemos bien qué quedará después de esto, pero sí que la crisis se ha instaurado por una corrupción del bienestar que ahora nos revienta entre las manos.

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