El 4 de septiembre se recordará quizá por el ser el día en el que mundo se enteró de la muerte del poeta norteamericano John Ashbery y también por ser el día en el que muchos cordobeses de bien volvimos a constatar lo sabido: que, en el tema de Cosmos, el Ayuntamiento está haciendo el ridículo. A Ashbery por tanto se le podrá dedicar un homenaje en Cosmopoética, mientras que a Pedro García quizá haya que crearle un festival propio llamado Cosmocutradas para que allí se guarde tributo a la memoria de sus dulces gestiones en este particular. Lo último al respecto, en cuanto a Cosmos, es que la Comisión de Urbanismo, a pesar de la oposición del propio García, ha decidido paralizar por ahora el proyecto de reformar el PGOU con el fin de que se impida a las industrias cordobesas obtener energía a través de la quema de residuos, lo que se conoce como valorización, en la mayoría de las zonas industriales de la ciudad. Tal opción de detener el desastre no nace ni de García ni de IU, sino de una sensata decisión del propio PSOE frente a sus socios y después de que se haya conocido un informe de la Junta que constata los ridículos argumentos que en la guerra municipal del cogobierno contra Cosmos se han manejado. El estudio de la administración autonómica viene a hundir de hecho otro informe previo que había encargado Urbanismo bajo mandato de la propia Junta y que se ha tenido por ahí bajo siete llaves durante los últimos meses. Cien paginillas repletas de generalidades en las que se debería justificar ambientalmente la decisión de modificar el PGOU pero en las que sólo se aportan vaguedades sin que nadie se atreva a decir con argumentos científicos que la valorización es "realmente peligrosa" para la urbe. Duro palo pues para García y para una Izquierda Unida con el rumbo perdido que se metió en este brete en sus malos años, cuando volver a gobernar era quimera, y sólo por su deseo de hacer política romántica y sentimental, siempre contra el capital aunque no haya argumentos de peso y cueste los puestos de empleo que cueste. A CosmoPedro le toca por ello reflexionar y decidir si seguir con esta guerra puede ser el camino. Porque o bien se nutre de razones más poderosas que las hasta ahora vistas o, de lo contrario, él será el que acabe el mandato valorizado por su propia cabezonería, tal vez leyendo los misteriosos poemas de Ashbery en las tardes otoñales para dulcificar así las cutrerías y opacidades de su ayer capitular.

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