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Rafael Ruiz

Cosas que no tienen precio

NO sé si ustedes han podido o han querido. Yo me he rascado el bolsillo para ir a ver el partido de mañana al Arcángel. Qué quieren que les diga. Como creo que ya ha dicho alguien, el fútbol por televisión es al fútbol lo que el porno al sexo. No es lo mismo. Se ve pero no se oye. No hay olores, no se pasa frío. En un campo, así sea el más pelagra, hay apretones, voces, humo de cigarrillos, ruido, cascaras de pipas bajo las suelas de los zapatos. Sensaciones que ni la mejor alta definición podrá proporcionar jamás en el mejor juego que se ha inventado.

Los mercaderes del fútbol no entenderán jamás la relación emocional que un futbolero tiene con este deporte que, en realidad, es un rito. Contamos la vida por eurocopas, eliminatorias, ligas, tardes de bochorno, steauas de Bucarest, la hepatitis de Maradona. Quién no tuvo la primera camiseta -la mía, marca Meyba-, la primera decepción hasta las lágrimas, el primer balón de verdad. Pongamos, un Tango de los que picaban en las nalgas. Todo el mundo entró por primera vez de la mano de un mayor -de un padre, de un hermano- en las gradas de un campo de fútbol, allá colores e hinchadas, absorto por las luces, el sonido, el tapiz verde del césped. Y, díganme, quién no recuerda esa sensación en el estómago, la de asomarse por primera vez a una tribuna, a un fondo, desde el agujero de un vomitorio. Quién no está profundamente agradecido con aquel ser humano que nos introdujo en la secta, en la adicción.

Desconfío de los sabiondos, los puristas, los hooligans, los que han venido a este mundo a sufrir. El fútbol es divertido, narices. Incluso en las tardes más plomo, hay fiesta. Me disgustan profundamente los jerifaltes, los palquistas profesionales, los catedráticos, los que convierten algo profundamente lúdico en un drama. Los que van a que se les vea. Hace años, hubo una campaña publicitaria muy famosa. Papá, por qué somos del Atleti. Ser. No estar. Cara del padre. Y qué le digo yo a éste. Eso es un vídeo, González, eso es un vídeo.

Han pasado ligas y eurocopas y mundiales. Y segundas bes y equipos muy malos y gente muy rara por El Arenal. Y ascensos y cosas de esas que hacen que la gente se meta en la fuente. Ahora el padre soy yo. Me toca a mí introducir a mi hijo en la logia, explicarle los lances, abrirle la puerta de la magia. Me da igual que venga o no Messi, o que ganen unos u otros. Me quedo con el camino por la Ribera, la charla, anudarle la bufanda, sus nervios y los míos. Eso es una ida. Que me coja la mano fuerte, fuerte, cuando vamos escaleras arriba. Caminito de nuestro asiento, peldaño a peldaño. El Arcángel, nuestro reino. Hay cosas que no tienen precio.

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