En el tejado

F.J. Cantador

fcantador@eldiadecordoba.com

Corpus Barga vs Vicente Amigo

Qué casualidades mágicas tiene la vida. Si les hablo de la calle Conde don Alonso de Belalcázar obviamente es como si les hablara de cualquier calle de Sebastopol, no les diría absolutamente nada. Pero les hablo de una calle que sirvió y sirve de retiro a genios, de una calle en la que a esos genios de una u otra forma les visitaron y les visitan las musas. Estoy hablando en primer lugar de uno de sus antaño frecuentes vecinos ilustres llamado Andrés García de la Barga y Gómez de la Serna, conocido como Corpus Barga, escritor y periodista que estuvo muy vinculado a Belalcázar, donde pasaba sus veranos hasta que se vio obligado a exiliarse por su mentalidad de izquierdas al estallar esa barbarie llamada Guerra Civil. Su padre, Félix García de la Barga, vicepresidente primero de las Cortes, había nacido en esa localidad de Los Pedroches, aunque posteriormente se trasladó a Madrid, donde vino al mundo Andrés, quien en muchas de sus narrativas hace mención a la casa solariega llamada Casa Grande de Belalcázar, sita en la ahora calle Conde don Alonso, donde pasó parte de su infancia y juventud y en donde ambientó alguna de sus novelas, como La vida rota, que después reescribió como Los galgos verdugos. Si se quiere conocer lo que fue Belalcázar en particular y lo que era la vida social en general en aquellos años de la infancia y juventud del escritor y periodista, tío de Ramón Gómez de la Serna y de quien se recordaba hace unos días que cruzó la frontera francesa camino del exilio al estallar la Guerra Civil con la madre de los Machado en brazos, nada mejor que hacerse con Los pasos contados, memorias, (1963-1973), una obra que lleva como subtitulo Una vida española a caballo de dos siglos (1987-1957), subtítulo que lo dice todo.

Justo enfrente de la otrora Casa Grande se ubica una nueva Casa Grande, lugar de musas que inspiran a otro genio , al guitarrista Vicente Amigo. Esa nueva Casa Grande es el retiro perfecto al que se traslada el maestro de las seis cuerdas en busca de paz, no sólo en verano, también en cualquier otra estación del año. Entre sus paredes, Vicente convierte en arte musicalizado ese regalo de unas musas que décadas atrás contribuyeron al arte narrativo de Corpus. Musas que le acompañan para inspirarle, como él dice, "músicas que se mueven por unos campos inabarcables y que pueden ser hermanadas con respeto, rigor y conocimiento. Yo parto del flamenco y me gusta acercarlo a otras manifestaciones musicales para hallar la emoción, aunque siempre procuro no desvirtuar a ninguna de ellas".

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