EL catedrático Feliciano Delgado mantenía y demostraba que Córdoba había aportado el más importante poeta de cada movimiento literario desde la Edad Media hasta casi nuestros días. Esta vinculación entre ciudad y poesía no es, por tanto, nada de nuestros días, ni tampoco el chovinismo nos debe llevar a creer que es una condición natural de los cordobeses. Ni mucho menos. Pero tampoco podemos negar una trayectoria histórica que es indiscutible. Hablando de ciudad y poesía, la mejor actividad de Cosmopoética de este año es haber puesto en el suelo del Ayuntamiento algunos versos del poema Córdoba de Pablo García Baena. Las letras parten del vestíbulo y suben, escalón a escalón, hasta la misma puerta del salón de Plenos. Esto, que puede parecer una muestra de ingenio, es mucho más, es una auténtica carga de profundidad sobre la clase política, la de ahora y la de antes. La que venga en el futuro que se vaya leyendo el poema. Estos versos son un canto desgarrado a la ciudad que se perdió físicamente en las décadas del desarrollismo, aunque queda una Córdoba intangible, que también está en esta obra literaria, y que sí corre ahora peligro de desaparecer. García Baena se lo dedicó a Carlos Castilla del Pino después de que éste denunciara la destrucción de parte de la ciudad con total impunidad y ahora es para todos una auténtica lección de que Córdoba es algo más que cuatro tópicos y que merece la pena conservar.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios