Vamos a enumerar. Palacio de Congresos de la calle Torrijos, Centro de Convenciones y Ferias del Parque Joyero, la nueva Comisaría de la Policía Nacional en Campo Madre de Dios, reforma de la Normal de Magisterio, Rabanales Plaza, Metrotrén, espectáculo nocturno del Alcázar, plan de aparcamientos del Reina Sofía, Ronda del Marrubial... Podríamos seguir con el desdoble de la N-432, las autovías del Olivar y a Jaén o con asuntos más de andar por casa como la falta de porteros en los colegios, el caos en las Urgencias y una larga lista de temas. La pregunta es sencilla: ¿es que casi nada puede salir bien en Córdoba?

Desconozco si se ha elaborado alguna estadística al respecto, pero si se hiciera, a buen seguro que nuestra tierra estaría en los puestos de salida como ejemplo de capital y provincia con más asuntos sin resolver, bloqueados y sin una fácil y rápida solución. Más que una crítica -que también-, a un servidor le gustaría que meter todos esos proyectos en el mismo cesto sirviera para una reflexión general y evitar en cierta medida la tentación facilona de buscar culpables en el adversario político y tratar de lavarse las manos con las responsabilidades propias.

Si todas esas iniciativas -y las que se quedan fuera por cuestiones de espacio- se encuentran en el estado que todos conocemos será por algo, digo yo. No hay que ser demasiado espabilado para concluir que aquí entran en juego varios factores, lo que debería llevar a los gestores de la cosa pública a ser un poco más juiciosos en sus comentarios y empezar a examinar el papel que ocupan en las administraciones.

La primera consideración es que los gobiernos han dejado de contar con los presupuestos suficientes para acometer todo aquello que estaba ya programado o que prometieron (en ocasiones con cierta desvergüenza) durante las campañas electorales. Nadie quiere asumir el rol de explicar que la mejora de los servicios e infraestructuras públicas pasa por una mejora de los ingresos y que eso supone un aumento de la presión fiscal. Todos se ponen de perfil.

Pero más allá de que las arcas de los gobiernos están de capa caída, en esta Córdoba nuestra estamos sufriendo además una serie de problemas añadidos, como la escasa capacidad de gestión de nuestros gobernantes, falta de altura de miras y nula disposición a poner los intereses de la ciudad por delante de los de su partido o, lo que es peor, de los suyos personales. Y así nos va.

También es verdad que una parte de la sociedad, o quienes la representan a través de entidades sociales, vecinales, empresariales o de cualquier otro tipo, han alentado esas conductas y han callado hasta comprobar que los propios ciudadanos empiezan a organizarse por su cuenta ante la falta de respuestas.

En cualquier caso, ésta es la Córdoba que tenemos. Siendo optimistas, me permito apuntar algunas ideas. La primera que, dado el estado de la ciudad, el margen de mejora es enorme. La segunda, que la capacidad de aguante y paciencia de los cordobeses es un valor a tener en cuenta. La tercera, que si se lo toman en serio y quieren de verdad, nuestros políticos pueden hacer mucho más. O eso esperamos.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios