La manada. El título del último disco de Ariel Rot. Pobre Ariel. Les confieso que tenía un artículo escrito el lunes. Era un bonito artículo. Optimista, primaveral. Hablaba de libros, de encuentros, de amigas, de amigos, de guitarras que vuelven diez años después, de música francesa, de Copi, de Manes, de Pablo, de Antuán, de Marina, de Rosa María Calaf, incluso de mí. Iluso de mí. Pero mi alma partisana me convoca. Escribir esta semana sobre un buen día sería una frivolidad que no me sabría perdonar. Y no por el ridículo final de Cifuentes, tan de derechas, tan español. Conste que he dicho partisano, no partidista. Recuerdo un compañero que al llegar a una reunión, se encontró los periódicos sobre la mesa, y notó que tardaron un segundo más de lo necesario en darle la mano. En ese instante supo que estaba muerto. Al día siguiente lo dejó todo. Es como cuando en El Padrino II Tom Hagen habla con Frank Pentangeli sobre lo aprendido de los patricios romanos. Las venas abiertas en la bañera. No todo el mundo sabe asumir su final.

Lo que de verdad me obliga a reescribir es algo más y nada menos que una decisión judicial. Y vuelve a mi cabeza la trilogía de Coppola, esta vez la primera escena de la primera parte. Bonasera, con traje negro, corbata negra y bigote negro, expone a Don Corleone su desgracia pidiendo justicia. Dos chicos dieron una brutal paliza a su hija y el mismo día el juez los había puesto en la calle. Pregunta qué tiene que pagar. Vito se indigna. Tu sueño era América… la policía velaba tus sueños con la ley… Bonasera es un personaje siniestro pero me gustaría creer en América, en España, en el Estado de Derecho. Al igual que reconocer la legitimidad de un gobierno no me obliga a compartir su gestión, creer en la independencia del poder judicial no me obliga a compartir sus decisiones.

La potestad para aplicar las leyes no convierte a los jueces en dioses y sus sentencias trasladan a la sociedad una interpretación sobre dónde situamos los límites. Y me pregunto quién ha sido juzgado aquí. Una chica obligada por cinco tipos. Violada, abandonada, hurtado su teléfono para evitar una denuncia inmediata. Pero no le destrozaron la mandíbula, y sigue viva, incluso intenta rehacer su vida. Espero que los recursos prosperen y que instancias superiores pongan las cosas en su sitio. El viernes, al encontrarme con un amigo le pregunté ¿Tú qué prefieres? ¿Qué te violen o que te maten? Que me violen, respondió. Pues eso.

Permítanme que rescate al menos la canción. Va por ti. Yo te creo.

https://www.youtube.com/watch?v=CEmuEOXnXH0

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