la vida vista

Félix Ruiz Cardador

Constitución

LA celebración del Día de la Constitución llega hoy bajo el peor clima esperable, con un país fragmentado cada vez en más sensibilidades excluyentes e intereses, en medio de una situación económica desastrosa, con las coberturas sociales al borde del abismo, con el paro encabritado y con millones de personas que temen por su futuro. Sabiendo esto, no pude sentir ayer sino cierta lástima y al mismo tiempo cierta alegría y al mismo tiempo cierto miedo cuando pasé por un céntrico colegio cordobés y vi en su patios a los escolares celebrando el aniversario del texto institucional y loando sus virtudes. Yo también, allá por los primerísimos 80, celebré en mi centro escolar este tipo de actos y elaboré murales para ensalzar una Constitución que por entonces estaba recién nacida. La esperanza en el futuro democrático era pura, tan inocentona que incluso un niño la comprendía, y casi nadie pensaba que aquellos sueños acabarían siendo secuestrados y convertidos en un pastiche insulso y hasta perverso. La Constitución, pese a todo, no es el problema. Que le hace falta un actualización, de acuerdo, pero no es el problema. El uso torticero de la misma, el haberla convertido en un pedrusco arrojadizo o su interpretación interesada sí que son los problemas. En realidad, gracias al texto constitucional hemos vivido un largo periodo de paz, discutible en muchas cosas pero indiscutible en muchísimas otras. Por eso tiene sentido que hoy sea un día de fiesta y por eso espero celebrarla.

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