Comisiones y calles

Hay docenas de proyectos de inversión y empleo que han huido de Córdoba

Si el Instituto Nacional de Estadística no miente, Córdoba es la capital con la más alta tasa de paro de toda España: más de un treinta y cuatro por ciento de los cordobeses en edad de trabajar no lo hacen. Una tragedia económica pero sobre todo social. Siendo como somos una potencia turística y con un potencial extraordinario como ciudad destino de toda clase de congresos, tenemos el Palacio de Congresos de la calle Torrijos muerto de risa, la obra del Centro de Ferias y Exposiciones parada, el Centro de Recepción de Visitantes infrautilizado y el solar destinado desde muchos hace años al Palacio del Sur criando jaramagos.

Hay docenas de proyectos de inversión que generarían riqueza y empleo que han huido de Córdoba y otros muchos parados, bloqueados como consecuencia de la parálisis en el funcionamiento de la Gerencia de Urbanismo, que lejos de facilitar las cosas al emprendedor se dedica en muchas ocasiones a poner palos en las ruedas.

Podríamos seguir con las deficiencias del transporte urbano, la situación lamentable de muchas calles, el progresivo abandono del Casco Histórico y otros muchos problemas que parecen no querer ser abordados. No son, es verdad, culpa exclusiva de la alcaldesa y su equipo de gobierno: decir tal cosa sería faltar gravemente a la verdad. Pero no siendo ella la culpable, sí es responsable de una acción de gobierno dirigida no a tratar de resolver esos problemas sino a dar satisfacción -¿moral?- a unos pocos que le han permitido aprobar los presupuestos y a los que acabará culpando del fracaso de la legislatura.

Entre las ocurrencias de esta legislatura no figura abordar la mejora de esos servicios o la adopción de medidas que permitan modificar la inercia endiablada hacia la parálisis. Sí está en cambio la de cambiar los nombres de varias calles, entre ellas Vallellano, Cañero y Cruz Conde, que al parecer ofenden la sensibilidad de parte de la dirigencia intelectual cordobesa, que pretende reescribir la historia, a través de una comisión, ¡otra!, y eliminar el reconocimiento a tres figuras claves y de méritos indiscutibles para entender qué y cómo es Córdoba hoy. Creo que finalmente la ocurrencia no prosperará y esas tres calles mantendrán el nombre que no deben en ningún caso perder. Nos habrá tenido, eso sí, entretenidos y habrá conseguido hacer caer al PP en el discurso de la democracia participativa. ¿Referéndum sobre esto? No, gracias: los problemas de Córdoba son otros.

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