Comeremos hierba

¿Hay una fórmula para combatir la diabólica combinación de fenómenos psíquicos? ¿Pueden hacer algo la razón y la civilidad?

En 1961, Albania era una dictadura comunista. Enver Hoxha, su líder supremo -que no estaba bien de la cabeza-, rompió con la Unión Soviética por oscuras razones de dogmática marxista y decidió alinearse con la China de Mao. La URSS canceló de un plumazo toda la ayuda económica. Al recibir la noticia, Hoxha proclamó orgulloso: "Da igual, comeremos hierba". Y así fue. Los infelices albaneses, a los que nadie había consultado qué querían comer, tuvieron que comer hierba durante treinta largos años.

Los fenómenos de alucinación colectiva que se apoderan de un numeroso grupo humano ocurren con más frecuencia de la que creemos. El Palmar de Troya del Papa Clemente, los 900 suicidas del Templo del Pueblo del reverendo demente Jim Jones, los crédulos miembros de la secta Moon, los raelianos que creían en la inminente llegada de los extraterrestres, los davidianos de David Koresh que se dejaron matar en un rancho de Texas, los delirios de Enver Hoxha en Albania -que eran obedecidos por miles de disciplinados ingenieros y profesores y funcionarios-, y ahora la psicosis paranoide de miles de catalanes que prefieren comer hierba en una Cataluña sin bancos ni euros antes que volver a la racionalidad de una vida en común en la España constitucional. Todo eso existe y es real. ¿Por qué? En el caso catalán, por docenas de causas que se interrelacionan.

Déjenme enumerarlas. La reconfortante seguridad de sentirse superior al "otro" (en este caso, el cazurro opresor español), junto con el victimismo de creerse perseguido por un país extranjero al que se culpa de todo lo que va mal, lo que te permite considerarte a la vez héroe y víctima. Las heridas íntimas que se intentan contrarrestar con las engañosas "verdades" inmutables de la ideología y del fanatismo. El deseo de vivir algo nuevo y excitante que te libere de una existencia aburrida en un país tranquilo y estable. La acuciante necesidad de integrarte en una masa que te haga sentir protegido y seguro. Las vanas esperanzas puestas en una lejana utopía que nos hará buenos y felices a todos. Hay más razones, pero éstas son las más importantes.

¿Hay alguna fórmula racional para combatir esta diabólica combinación de fenómenos psíquicos? ¿Pueden hacer algo la razón y la civilidad contra esta maquinaria mental fabricante de delirios? Dejo ahí la pregunta.

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