La RAE tiene en su web una sección llamada Palabra del día. Una de las últimas ha sido colágeno. Deberíamos adoptar esto, elegir cada día una palabra y que de alguna manera presidiera la jornada, hacer entre todos con rutina y con fervor el gran poema caótico e irrepetible en el asedio de las horas, alterar los significados, trasnochar en los conceptos, ser palabras andantes en fuga, en fiebre, en busca y captura, que el adjetivo exquisito invoque su cadáver, que la rosa pervierta el pavimento, que tiemblen en su celda los adverbios, que anulen su balada los homicidas. Habría que darse a una aventura cotidiana de construcción de lenguaje como espasmo de la colectividad, como ejercicio de civismo, de imaginación y de locura. La primera acepción de colágeno es "perteneciente o relativo al colágeno".

El surrealismo se hizo así, con juego, con riesgo, con destrucción y con amor, pero hay un descarrilamiento de época y en vez de la épica de lo cotidiano buscamos la pragmática de las permanencias. Al despertar nos falta, además de una palabra, un calambrazo. También vale un silencio en cuyas jurisdicciones podamos calibrar los beneficios de la intuición.

En su segunda acepción, colágeno es "proteína fibrosa del tejido conjuntivo, de los cartílagos y de los huesos, que se transforma en gelatina por efecto de la cocción". El surrealismo, que está en el sueño y en los gatos, es una libertad frente al abismo, un picor, un vuelo, un réquiem de anzuelos, la impugnación de la geometría. Es convertir un domingo en colágeno y una bañera en un estado plurinacional. Es una respiración en lo irracional y una avalancha de tigres que se han hecho tenores después de conspirar contra los zares. He pasado un rato leyendo sobre el colágeno, para qué sirve tomarlo, qué beneficios tiene. Está el colágeno hidrolizado, el marino, el colágeno con magnesio sabor cereza. Somos en gran parte colágeno como somos en gran parte lenguaje. Hoy también miraré la palabra del día de la RAE pero la mía será otra, quizá singladura o tacto o confín, quizá sombra o cartílago, en homenaje al colágeno, que es esdrújulo, pedante y sentimental. El surrealismo, lo dijo Blanchot, está en todas partes, allá donde una puerta, una mosca o una nube parezcan francesas, allí donde cualquier ventana puede partir a un hombre por la mitad, a pesar del colágeno.

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