Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

Cena de empresa, abracadabra

Cualquier persona que escriba o hable en público recurre periódicamente a ciertos temas; así debe ser, ningún motivo de atención se agota si puede ser reinterpretado. Hay asuntos que cada año lo tientan a uno. Son estacionales: fiestas de primavera, campaña de la renta, veraneo, rebajas, navidades. Dan para la reflexión sobre las costumbres, las más intocables y las que evolucionan. Y pueden tener, si a quienes escriben o leen les es de gusto, una interpretación microeconómica: sobre pautas de consumo y sobre nuestra racionalidad como compradores, sobre algunas indefensiones como usuarios. También las fechas señaladas producen extraños fenómenos, que contradicen leyes y principios económicos. En las cenas de Navidad entre compañeros de trabajo -a lo que vamos de nuevo este año, sí- se da uno de estos poltergeist del universo asalariado: las deseconomías de escala. Nos explicaremos con claridad, no se vayan.

Se llaman economías de escala a los ahorros de coste que se dan por producir grandes volúmenes. Son primas hermanas de los rápeles por grandes compras y, ya hablando de economía del puchero, se materializan en la domum cuando la abnegada madre de antaño, ante un nuevo invitado, echaba otro puñado de arroz y exclamaba aquello de "donde comen cinco comen siete" (por el precio de cinco y poco). Pues bien, en las comidas de empresa de Navidad sucede con frecuencia que pagamos más, y con menor calidad, de lo que pagaríamos si comiéramos solitos o en pareja cualquier otro día. Con la paradoja asociada consistente en que eso sucede un entorno que es el sueño operativo de cualquier hostelero y cocinero: menú cerrado, todo lo más carne o pescado a elección del comensal. Cuarenta, cincuenta euritos -bah, nada, por Dios-, las botellas quizá ya descorchadas, la temperatura de la cerveza menos que óptima. No hablamos aquí de esa mano furtiveando bajo el mantel ni ese "te voy a decir una cosita" al jefe, ambos motivos clasiquísimos de bajonazo matutino. A lo que vamos, deseconomía: donde se supone que por menos te darán más porque los costes de materiales y mano de obra se reducen, nada, no: paga usted más por menos. Es la hostelería un sector ancla -algo oxidada- del que vive mucha gente, pero debería intentar una estrategia patronal el alineamiento con leyes económicas tan evidentes como inexcusables, ¡las economías de escala! Cada año, en fin, vuelve a asombrar este prodigio que se renueva en pro del fraterno clima laboral, que suele culminar con gin tonic en copazo de balón, con o sin menestra.

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