Fuera de cobertura

Elena Medel

Cemento, que algo queda

Córdoba necesita aparcamientos. Qué importan el paro, la educación, la sanidad; cemento, que algo queda. Nuestra ciudad pide en su carta a los Reyes -además del aeropuerto, y el palacio de congresos, y todas las demás maquetas: bucle temporal que te crió- un parking vigilado junto a las Tendillas, junto a la Ribera, en Vistalegre.

El padre, la madre, el hijo y la hija de nuestra familia media local ansían espacios no sólo para resguardar su vehículo, a razón de casi uno por cabeza, sino otros diseminados por los barrios que les permitan dejarlo a buen recaudo cuando se desplacen, y en la mismísima puerta del lugar al que acudan: ¿para qué molestarte en caminar unos minutos, si el coche te los ahorra? Alfombra roja para todos, pues.

Reclamar aparcamientos para los habitantes y trabajadores de un barrio es justo; lo ilógico es disminuir el número de plazas para convertirlas en rotatorias, según la petición de comerciantes y hosteleros. Unas aspiraciones con argumentos -equivocados o correctos: ya saben a qué se parecen las opiniones-, hasta que el presidente de Centro Córdoba, a buen seguro encantado con el aspecto final del yacimiento de Cercadilla, rescata la propuesta de construir un parking en el bulevar, porque en otros ciudades existen pese a los restos arqueológicos y, oye, igual un informe de Delegación de Cultura señala que pertenecen a unos antepasados cualquiera, así sin importancia -tíos de cuarto rango, o algo por el estilo-, y vía libre para las excavadoras.

Salidas de tono aparte, resultaría interesante -y saludable- potenciar un ocio y consumo tranquilos, animando a los cordobeses a recurrir al transporte público -Aucorsa, se lo garantizo, funciona mejor que muchas otras ciudades con más habitantes- para acercarse al centro los fines de semana. ¿La clave? Convencer a la población -en una ciudad como la nuestra, tacaña en zonas verdes- del encanto de pasear sin miedo a un claxon en la nuca, o a que el niño se escape y termine en las páginas de sucesos.

Ya existen ejemplos: el tramo entre San Andrés y San Pablo es una delicia, igual que Jesús y María, o los alrededores de la Mezquita cuando las pilonas se respetan. Qué alivio no practicar en la acera el noble arte del equilibrismo, ingerir aire con sus bacterias, sí, pero no directo de los tubos de escape.

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