En este otoño raro en el que empieza a hacer frío cuando amanece y cuando anochece, pero que no tiene pensado romper a llover, pasan cosas agradables. El pasado miércoles, el día ocho a las ocho, había una cita esperada, un pequeño cónclave que se fue adaptando a los tiempos emocionales, los más importantes. En La República de Las Letras, un lugar donde Ana y Alfonso hacen del activismo cultural algo natural, se produjo uno de esos encuentros que apetecen. En primer lugar por el motivo que nos convocaba, poner en marcha una asociación para difundir el legado literario y el pensamiento del escritor, filósofo y amigo Eduardo García. Ya están en marcha talleres literarios y la próxima presentación de un disco maravilloso donde Luis Medina y Javi Nervio ponen música y su particular visión a los textos de Eduardo. Y todo lo que vendrá. Por otro lado, el placer de esa reunión residía en el grupo que acudió a la cita. Algunos, algunas, ya nos encontramos por separado de forma fortuita o no, incluso para tomar ese café o esa caña que en esta ciudad tiende a quedar pendiente para nunca terminar de concretarse. En más de una ocasión he presentido con prácticamente todos y todas una complicidad, casi nunca explícita, en formas de entender diversos aspectos de la vida, de la cultura o de esta ciudad. Y aunque en muchos asuntos pensemos de forma diferente, como debe ser, pues noto una cierta transversalidad en el libre pensamiento, el gusto por el humor, la crítica, la literatura e incluso la política, fluye de una manera natural. Al timón, Rafi Valenzuela, quien tras sortear con elegancia los trámites constituyentes, dio lectura al hermoso poema que da título a esta columna y la asociación que acaba de nacer. Y luego, un agradable rato de conversaciones cruzadas, risas… como esos poemas que te llenan y a la vez te dejan con ganas de más.

Ya ven. En medio de las llamadas, los correos, las prisas, o las reuniones que atontan las semanas, un miércoles que realmente sirvió para algo. La asociación arranca con vocación de crecer y de difundir el legado de uno de los autores de referencia de su generación y probablemente de las venideras. Más allá de los premios, aplausos y reconocimientos de crítica, la obra de Eduardo es la obra de un enorme poeta. La lluvia en el desierto así lo atestigua. Poesía reunida este año por la Fundación José Manuel Lara. Si hay alguien que todavía no la ha descubierto, créanme, está perdiendo el tiempo.

https://youtu.be/eZ6F_Lphrho?t=23s

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