El asunto de la nueva comisaría de la Policía Nacional que necesita Córdoba ha encontrado por fin una vía de solución. Y si nada se tuerce, tal y como se han empezado a hacer las cosas, se transmite la sensación de estar trabajando con algo más de seriedad y rigor que hasta hace sólo algunos meses. Ahora, tanto el Ministerio del Interior como el Ayuntamiento de la ciudad están de acuerdo en que no necesitamos unas nuevas dependencias policiales, sino dos. La primera se ubicará en el entorno de la actual de Campo Madre de Dios y la segunda en Poniente, aunque eso sí, conllevará el cierre del actual edificio del Parque Figueroa. Insisto en que la percepción es buena, porque al fin se aprecia la voluntad de trabajar de manera coordinada entre las administraciones. Es más, hasta se habla de crear una comisión de seguimiento con el fin de ir analizando la cesión del suelo -que es de propiedad municipal- para garantizar que todo se ejecute de la manera más rápida posible.

Lo bueno del asunto -al menos hasta ahora- es que lo que nos están ofreciendo el Ejecutivo y el Consistorio y que interpretamos como algo extraordinario debería ser lo habitual, porque ejemplos de descoordinación y dejación de funciones tenemos por desgracia en esta tierra para dar y regalar. De la reunión entre la alcaldesa, Isabel Ambrosio, y el secretario de Estado de Seguridad, José Antonio Nieto, esta Semana Santa se extrae que tienen voluntad de hacer las cosas bien y ahora sólo queda que ni la pugna partidista ni los intereses personales de unos y otros quiebren esa relación. Porque lo normal entre instituciones que se supone que están para atender las necesidades de los ciudadanos es el entendimiento. Si Córdoba viene reclamando desde hace años una nueva Comisaría, lo razonable es que el Gobierno y el Ayuntamiento se sienten, acuerden dónde y cómo se hará y que se pongan manos a la obra para que cada parte cumpla escrupulosamente con su responsabilidad.

Lo anormal es lo que había pasado hasta hace unos meses. Porque resulta que nos hemos enterado de que el Gobierno ha estado dando largas al penoso estado de las instalaciones de Campo Madre de Dios, prometiendo que las obras estaban al caer y, cuando llegó la hora, se dio cuenta de que los terrenos en los que está el edificio no son suyos. Si uno repasa la hemeroteca y cuenta las veces que tanto responsables del Ministerio, como el delegado del Gobierno en Andalucía o el subdelegado, han dicho que todo estaba ya casi listo, se siente cierta vergüenza al comprobar la dejadez o el desconocimiento con el que se ha actuado.

Ahora todo ha dado un vuelco. Se empieza con buen pie y, aunque los 65.000 euros contemplados en las cuentas del Estado para este año son raquíticos para el proyecto, sí permiten arrancar las actuaciones y que todo el lento proceso burocrático se vaya cumpliendo para que en 2018 puedan comenzar las obras. Tiempo habrá luego de que cada uno se atribuya el mérito, pero primero que cumplan. Que esas buenas sensaciones de ahora no se queden luego en nada.

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