Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

Biodiversidad en Soto

Soto del Real es el marco de una tragicomedia nacional a la que sólo la realidad, esperpéntica, puede superar

Varios grandes literatos rusos escribieron novelas carcelarias y ambientadas en campos de concentración. No pocas películas trataron abusos y torturas, fugas legendarias o gente que se consumía en un presidio rodeado de indeseables y un buen samaritano, y en algunas pocas la condición de reo acababa por redimir y reconciliar con la vida al condenado. Uno a bote pronto sólo recuerda a Berlanga, ya sin Azcona de alter ego en la sombra, que enfocó la indeseable condición de estar entre rejas con ojos de comedia: Todos a la cárcel. No sé si es el gen español, pero la realidad nacional -o plurinacional, quién dijo miedo- es tan indeseable, estresante y hasta lisérgica que uno no puede evitar mirar de cuando en cuando las cosas con el bálsamo del cachondeo. La cárcel de Soto del Real, donde están los Jordis, es el marco de una tragicomedia nacional a la que sólo la realidad, esperpéntica, puede superar. En Soto pasea el equipo nacional de la poca vergüenza, aunque si las condenas fueran todas las merecidas, habría una liga de igual un centenar de equipos con sus plantillas compitiendo en el patio de la prisión. De momento, la cosa da para un equipo de futbito o, más apropiado, de balonmano, ya que todos están recluidos por tener tanta mano. Cada uno de su padre y su madre, pero trinconetis todos.

Aquella fauna, condenados comunes aparte, incluye a un político de la derecha capitalina que sufrió la fiebre del oro y del "tonto el último", el ex presidente de la Comunidad de Madrid Ignacio González, que se ve sin gozar de ático de Estepona y atraque en Sotogrande por la ruina grande de Soto del Real. Algunos igual de madridistas y peperos como el gran Bárcenas, el marrullero Correa o el difunto Blesa ya pasaron por Soto. Otro egregio representante de los tristes episodios nacionales contemporáneos es Jordi Pujol Ferrusola, hereu de don Jordi, que cuando se vio investigado por el latrocinio patriótico del clan quiso evadir la modesta cantidad de 30 millones. Él o el ex presidente del Barça Sandro Rosell, también enchironado allí, podrían hacerse un Piqué corticheando el brazalete de la camiseta del Real Soto F.C., que debe ser como la de la Juventus pero con las rayas horizontales. El más veterano del plantel fue presidente de la patronal española y muñidor de la ruina de Marsans o Aerolíneas Argentinas, entre otras grandes empresas: Díaz Ferrán debe de ser el capitán; su capacidad organizadora es proverbial, ya se ve.

Bien cocinado, quizá daría para una comedia de Berlanga y Azcona. Si no fuera para echarse a llorar, claro.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios