Cambio de sentido

Yo también

Hay quien piensa que las mujeres prosperamos no por méritos propios sino por amplias tragaderas

Más nos valiera que la campaña #YoTambien contra las agresiones sexuales, que inunda las redes, la trocáramos en un #YoTampoco: ni yo ni la sociedad en que vivo vamos a consentir que un mamarracho se cuele ni conmigo ni con nadie. Ni mucho menos, yo tampoco tolero que un tipo me sugiera -so pena de despedirme o promesa de promocionarme- que le dé besitos en el cargo. Un #YoTampoco o, mejor aún, un #NosotrasTampoco, #NosotrosTampoco, #NiMijita, dicho y hecho sobre todo fuera de las redes, no nos limita a la condición de víctimas, nos interpela a todos y hace saber a quienes sufren acoso y abusos sexuales que esta sociedad no mira mientras tanto hacia otro lado.

No es que sea el mundo del cine -esta campaña ha comenzado en Hollywood- especialmente propenso al gran mamoneo; ni el de la música, ni el de la moda. Los abusos sexuales, la tensión de sus tentativas y las instigaciones a pasar por la piedra para evitar represalias o para obtener prebendas, se viven en despachos, fábricas, reboticas, aulas, divanes, en los archivos del juzgado, los vestuarios, los cortijos, los confesionarios. Se trata, o se ha tratado durante muchos años, prácticamente de una cultura que reúne lo peor del machismo de toda la vida y lo impeorable del postcapitalismo. Aún hoy, hay quienes se malician que las mujeres (más si son jóvenes y sin pareja) aprobamos, publicamos o tiramos para adelante no por méritos sino por amplias tragaderas.

Hace falta desmontar, más allá de las redes y sus fierezas de boquilla, el tinglado que tapa, consiente y normaliza abusos y acosos sexuales. Enseñando a nuestras hijas e hijos a identificar las señales y reaccionar. Denunciando, como denunció Teresa Rodríguez a Manuel Muñoz Medina cuando se le abalanzó "porque ella era de Cádiz" (¡mátame camión!). Exigiendo mejoras en la ley ("¿no ha llegado el momento de ampliar los plazos en los casos de abusos sexuales y violación (…) tras los últimos escándalos?", se pregunta Ángela Cañal al pensar en las víctimas, que ni al grado de "presuntas" han llegado, en el caso Javier Criado). Acompañando, no quitándole importancia a la cosa como suelen. Y disfrutando (¡oh dichosa ventura!) de ansias en amores sin peaje.

Hay quienes emplean el macartiano término "caza de brujas" para desacreditar estas denuncias, como si fuera lo mismo denunciar a alguien por comunista que por abusos sexuales. Tiempos raros, en los que los verdugos pasan por víctimas. Sor Juana Inés de la Cruz, ruega por nosotras.

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