Luis de Góngora y Francisco de Quevedo también tienen sus cuentas en Twitter, sus versiones 2.0. Allí, al igual que en vida y gracias a Dios sabe qué anónimos herederos, dirimen sus cuitas y se insultan con deleite. "Góngora, pollavieja", le tuiteó el otro día Quevedo 2.0 a Góngora 2.0 (y disculpen), a lo que éste respondió con un más que hiriente "Quevedo, millennial". Confirmación por tanto de que los amores duran lo que duran, poco por lo general, mientras que las enemistades suelen ser para toda una vida e incluso para entretenerse en la vida ulterior. Lo curioso, claro, es que tanto al que acusan de pollavieja (y disculpen) como al que acusan de millennial ocupan plaza en la misma orla, digamos que en la misma generación, el mismo capítulo del manual de 3º de ESO. Llegan a ser incluso las dos caras de una misma moneda y raro es el pueblo de las Españas sanchistas en el que no hay una calle Luis de Góngora que hace esquina con otra calle Francisco de Quevedo, esquinazo en el que mean los perros, potan los curdas y se besan los novios. Generaciones, en fin. Digamos que inventos. Porque lo de la filfa de los millennial también tiene su alfalfa, al igual que lo de los recién aparecidos xenials y la Generación X, a la cual se supone que yo pertenezco, líbreme Dios, por haber nacido en el 76. Inventos como ven porque yo me considero más del 98, y no del anodino 1998, con el Titanic del pastelero James Cameron en los cines y la detención garzoniana del hediondo y abuelado Pinochet, sino con 1898, año danunziano por excelencia, decadente, en el que España perdió sus últimas colonias y que acabó dando nombre a esos escritores a los que Trapiello llamó los bisnietos del Cid. Azorín con su prosa limpia y su cuarto mitad de tedio; Baroja, con su prosa agarbanzada y su dosis doble de diversión; Maeztu, con sus vaivenes; Ciro Bayo, con sus suelas gastadas de tanto vagabundear; los Machado, excelsos ambos, y don Ramón del Valle-Inclán, quizá lo más grande que dieron las letras españolas en esos años de melancolías. Dolía España entonces y la guerra se cernía, al igual que ahora duele y ya veremos lo que hoy se cierne. En el 98 pues me quedo mientras avanza el verano sequerón. Ni millennial, ni xesenials, quevediano unos días y gongorino otros. Pollavieja (y disculpen) como cualquiera a cierta edad y cansadísimo de todas estas catalogaciones que pretenden dar orden, hacer cosmos, de lo que no es sino caos y desorden. Intentos cándidos de esos inocentones que creen que la vida en su alegría y su desastre se puede atrapar. Criaturitas ellos. Dios en su gracia a toditos me los bendiga.

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