Asombroso país

Lo que más me asombra es la ligereza con que la izquierda que considerábamos seria aborda el problema catalán

Asombroso país éste, que asiste desde la comodidad del sofá de su salón al proceso de separación unilateral de una parte del territorio y no sólo no hace nada por evitarlo, sino que jalea al sedicioso e insulta a los que, se supone, actúan para garantizar la ley y el orden. En cualquier país serio, la decisión ilegal de un parlamento autonómico que tiene como objetivo, nada menos, la ruptura de la unidad nacional, sería objeto no sólo de recurso ante el Tribunal Constitucional, sino de neutralización inmediata mediante la suspensión de la autonomía y la detención de sus inductores por rebelión. Nada de esto se hizo en su tiempo, y si nuestro Gobierno ante tal envite pecó de prudente y contemporizador, es sin embargo hoy acusado ante instancias internacionales de represor y antidemocrático.

Asombroso país éste, que no sólo no valora el progreso y enriquecimiento en su diversidad después de cuarenta años de democracia, sino que parece empeñado en derribar la estructura sólida de la Constitución del 78 en beneficio de esa supuesta arcadia feliz que prometen los vendedores de paraísos. En el fondo, esto de Cataluña no es muy distinto de lo que está pasando en otros sitios donde los estragos de la crisis han dejado abierta la vía del desahogo populista, elevando lo sentimental sobre lo legal, propiciando planteamientos simplistas para enfrentarse a problemas complejos. Tiene algo de Peter Pan esta sociedad mimada y consumista, tan pagada de sí misma, la misma que se escandaliza ante una carga policial mientras al mismo tiempo descarga todo su odio contra el otro en el estercolero de las redes sociales.

A mí, con todo, lo que más me asombra es la ligereza con que la izquierda que considerábamos seria aborda el problema catalán. No hablo, claro está, de la radical antisistema, esa que se junta con Otegui y compañía, la que jalea sin el menor pudor a los golpistas de opereta, la que se emociona con los pucheros de un futbolista multimillonario. Hablo de la izquierda seria que alguna vez habitó el PSOE, la que en los momentos decisivos anteponía el sentido de estado, la que no hace mucho y desde el sur nos servía de dique ante el avance de los nacionalismos del norte, aquella que tanto hizo por la cohesión y hoy se dedica a regalar naciones a la carta. Ni rastro queda de aquella izquierda, y bien que vamos a lamentarlo ante el incierto futuro que nos espera.

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