En la contraetiqueta de una botella de Art 2015 encuentro, firmada por Robés, una frase definitiva: "El arte es una pausa". Hay un género literario que nadie ha identificado todavía y que es el de las etiquetas de las botellas de vino. Art viene del Bierzo, cien por cien Mencía, suelos de arcilla y pizarra a 800 metros de altitud, 18 meses en barrica francesa, nariz tostada, con un fondo de ceniza y una memoranza atlántica como un guiño telúrico, vocacional y ambiguo, en boca el bajo monte y una nota de expansión mineral, un compás vegetal en la onda libidinosa del tanino. Lo marido heterodoxamente con tortilla de calabacín y creo que al vino, que es como un amigo que juega y desaparece, que te reta y huye, le excita.

El arte es una pausa. El vino me reta antes de huir, me define, me involucra, me engaña y me enaltece mientras el antivirus del ordenador lleva a cabo un análisis a petición del usuario, algo raro hay en el ordenador, una lentitud, un atasco, la máquina está enferma y cansada, lenta y doliente, y dormita y se cierra y se descontrola y me putea y la pongo a prueba con este texto, que si sale es porque la máquina ha respondido. Junto a la máquina, el vino simula una perfección, una fe, una infancia y una literatura.

Ni la máquina ni el vino saben que el arte es una pausa. Lo sabe el hombre, siempre que no sea Ignacio González, el arte es una experiencia de muerte o de entrega, el arte es una cesión de competencias, en un cuadro de Hooper está nuestra soledad, en Schiele están nuestras perversiones, en Goya está la tragedia de ser español y en un verso de Góngora está la selva donde un extravío puede ser la salvación, en un verso de Góngora está la pausa engañosa que es aceleración letal, está el vino viejo de Europa derramado en las frondas del lenguaje, el mentido robador de Europa me ha emponzoñado el ordenador.

Se acaba el vino, la máquina no responde, Portugal ha ganado la Eurocopa y Eurovisión y esperamos el ciberataque que desate otra gran guerra, que nos desarme mientras volamos, mientras amamos, mientras bebemos o mientras leemos a Góngora, que ensayó una muerte verbal y un gozo sin esquemas. El arte, entonces, es la pausa que nos hace más ancho el camino, un plano de John Ford, una línea de Rimbaud, "todo el día sudaba obediencia", un calambre de Egon Schiele, y el antivirus sigue su proceso y en cualquier momento saltará una alarma, un aviso, una infección, un peligro, y sin vino y sin Góngora habrá que refugiarse, sin duda en Portugal, que lo está ganando todo y que al mismo tiempo es, en las Españas (la suavidad atlántica, remota y melancólica de España se llama Portugal), la prima pobre, la prima lista, la prima guapa y la prima de riesgo.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios