Rafalete, la gloria de san agustín

Aniversario

QUÉ alegría más grande me dieron el pasado domingo, y no estoy hablando del chaval del tenis, que también, me refiero a mis amigos del barrio. Como le estuve contando a todo el mundo la ilusión que me hacía llegar a los 400 domingos en El Día, Cayetano, su prima Soraya, mi hermana y unos cuantos amigos me montaron una fiestecilla el domingo por la noche.

Yo creo que es la primera vez que me hacen una fiesta sorpresa en mi vida, que yo no recuerdo otra como ésta, y ustedes saben que de memoria no ando malamente, todo lo contrario. Y lo hicieron con todo el disimulo, que yo no me enteré de nada hasta el mismo instante, y eso es muy difícil, que organizar una fiesta en mi barrio y que yo no me entere es más complicado de lo que ustedes se imaginan. Que yo no estaré al tanto de los impuestos, de las multas o de la factura del agua, pero de pasárselo bien soy el número uno, que no creo yo que haya nadie más enterado. Bueno, el que viniera Cayetano muy temprano el domingo para decirme que no hiciera planes para por la tarde, que le tenía que echar una mano en un asuntillo ya me dejó un poquillo mosca, pero tampoco le eché cuentas, que es como si fuera un hermano para mí y no me tiene que dar explicaciones de nada, faltaría más. En fin, que fue pasando el día como cualquier domingo de verano, un poquillo aburrido, enganchado a la tele, y a la sombra, que aunque había refrescado un poquito seguía haciendo un calor de no te menees. Pero a las nueve y media o así apareció el Cayetano y me dijo que teníamos que ir a la azotea de Manuel, el de los comestibles, para echarle una mano a mover unos macetones de sitio. Y allí que me fui, y claro, imagínense, cuando entro yo en ese pedazo de azotea y me encuentro a todos mis amigos del barrio gritando mi nombre. Pasó lo que no quería que pasara, que se me cayeron dos lagrimones que me llegaron a la nuez, y es que uno tiene su corazoncito y hay cosas que le superan y no sabe cómo reaccionar. Una de las primeras en felicitarme fue Soraya, que la vi la mar de cariñosa y atenta conmigo, que algunas vecinas hasta me guiñaban de reojo, cuando ella no se daba cuenta. Y bueno, que fue un rato que no olvidaré, que mis amigos me recordaban algunas de las cosas que había escrito en mi Día, que casi se las sabían de memoria, que algunos hasta consiguieron que se me pusieran los pelos de punta, que yo no sabía que me seguían tanto. Todas estas cosas más fuerzas me dan para seguir domingo tras domingo, que por mí no va a quedar y que me siento como el primer día, como si no hubieran pasado las 400 semanas que ya llevo entre pecho y espalda.

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