Mensaje en la botella

Agilidad y eficacia administrativa

Leí atentamente el discurso del presidente de la Confederación de Empresarios de Córdoba (CECO), Antonio Díaz, en la asamblea celebrada recientemente por la patronal, en la que de modo resumido vino a decir que se echa en falta una Administración "ágil y útil". No es la primera vez que el dirigente alude a esa necesidad, tal vez porque en esta Córdoba nuestra casi nos hemos acostumbrado a que casi todo proyecto de cierta relevancia sufra continuos atascos o que venga acompañado de decisiones erróneas o falta de diligencia. Sirvan como ejemplo los casos del Centro de Convenciones y Ferias del Parque Joyero, el Palacio de Congresos, la incertidumbre sobre Rabanales 21, el Marrubial y un largo etcétera de iniciativas promovidas desde lo público que se han visto truncadas, ya sea por la crisis o la incapacidad política.

Entre los pocos que se salvan está la Ciudad de la Justicia, aunque con matices, una actuación ambiciosa, muy demandada y que ha podido ir eludiendo la paralización de otras obras similares, tal vez porque su fórmula de financiación -público-privada- también ha sido distinta, aunque eso sería objeto de un debate mucho más específico. La cuestión es que el susodicho edificio, ubicado en la zona de Arroyo del Moro, ya está concluido y entregado a la Junta de Andalucía. Fue la propia consejera del ramo, Rosa Aguilar, la encargada de recepcionar los trabajos y repetir el uso que tendrá una vez que esté equipado, como que serán unas 1.700 personas las que a diario hagan uso de las instalaciones o que contará con tecnología punta para se supone un mejor desarrollo de la actividad judicial en Córdoba. No obstante, me llamó la atención una de las reflexiones que la consejera realizó durante el acto. Así, Aguilar echó la vista atrás y recordó que era todavía alcaldesa de la ciudad cuando un pleno municipal aprobó la cesión de la parcela donde ya se levanta el inmueble.

Sin adentrarnos en fechas concretas, resulta que el punto de inicio de la Ciudad Justicia se remonta a cuando Rosa todavía era una referencia en IU antes de pasarse al PSOE. Y mientras se ha ejecutado, a la exalcaldesa le ha dado tiempo de ser consejera de Fomento, ministra de Agricultura y Medio Ambiente, diputada en el Congreso por la provincia, consejera de Cultura y dejar esa cartera para ser nombrada responsable de Justicia. A ver quién supera eso.

Y no me refiero en concreto a la rocambolesca carrera política de la exregidora, sino a todo el proceso que ha tenido que arrastra un proyecto que, como digo, se ha podido ir ejecutando más o menos en unos márgenes previsibles. Tal vez ese sea uno de los déficits que ahora toca resolver a las administraciones y a quienes nos gobiernan. En un tiempo en el que la inmediatez -pese a errores de bulto- prima sobre el debate sosegado, las instituciones públicas mantienen unos ritmos que nada tienen que ver con lo que la ciudadanía vive en su día a día. Quizá ha llegado el momento de cambiar muchas cosas, de adaptarse a que se pueden hacer grandes proyectos sin prisas y con menos pausas. Y es que la agilidad no tiene por qué estar reñida con la eficacia.

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