Matilde Cabello

África, un 'escandalaso'

LA que le habrá liado la vicepresidenta primera del Gobierno al manijero africano, cuando lo pillara en privado en la choza. Sólo porque a la criatura le hacía ilusión retratarse con la ilustre bwana-Jane y con sus tres esposas a las que, dicho sea de paso, nadie les ha preguntado si son más felices compartiendo comida con el polígamo o recogiendo sacos de 80 kilos de chufas para los españoles por 1,5 euros cada fardo.

Y, sobre todas ellas, la tragedia de la ablación.

Pero mientras la ministra de Igualdad y la secretaria de Estado de Cooperación se escondían -cucas ellas- de los fotógrafos, doña María Teresa ni se coscaba. Luego, quizá respondiendo al complejo misionero que nos dejaron las huchas del Domund, le dio por salvar al personal que, a lo peor, quién sabe, está más a gusto condenándose o santificándose en su cultura. En la nuestra, nombrar a un polígamo y ponérsenos los pelos como escarpias, es toda una. O quedarnos indiferentes, porque nos suene a otra cosa.

En una taberna, un compadre comentaba a otro la noticia: "Rafaé, ¿te has enterado de lo del polígamo de Níger?" A lo que el parroquiano respondió: ¿Otro más? ¿No tenemos bastantes con los de la Torrecilla, Chinales o Las Quemás?". ¡Claro! Si lo más cercano que hemos conocido son los políngamos o polígamos industriales, de los que lejos de avergonzarnos, estamos la mar de orgullosos, sobre todo por lo bien comunicados que están, que da gloria vernos a los curritos, por esos andurriales, con el chanda y los tacones/arreglá pero informal, que diría la Martirio.

Y es que aquí, como en África, exentos de poligamia sólo lo estaban -y quién sabe si lo siguen estando- los pobres, que no podían costearse más de una mujer. Lo que allí son esposas legítimas y culturalmente aceptadas, por aquí se llaman queridas, en sus dos modalidades; las oficiales y las de tapaíllo.

En el Sur de Andalucía, donde no nos privamos de nada, llegó Gadafi, montó su serrallo ambulante y no le faltó ni gloria por parte de la oficialidad. También, con el estío, tenemos harenes de importación en la Costa del Sol. Véase si no, la que organizan los jeques y reyes árabes cuando aterrizan en sus palacios de Marbella. Sin embargo, ya ve, en Níger es un escandalaso y aquí hay guantás por salir en la foto con ellos. Eso, por no hablar de los mormones del paraíso (¿?) de Yankilandia.

¡Qué cosas, oiga, qué cosas!

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