Abajo firmante

Una parte muy significativa de España no está por el trágala y yo ni puedo ni quiero más que formar parte de ella

Estaba equivocado. Decía que para qué iba a firmar yo ningún manifiesto si ya me manifiesto aquí cada día. A la verdad, el número no suma nada, y da igual si una idea la sostiene uno o un millón, si es cierta. Encima, la querencia. A mi columna en la revista Misión le he puesto el título El punto sobre la i, jugando con la continua confusión de Máiquez con Márquez y que el único cambio entre ambos apellidos es una minúscula i, pero enlazándolo con mi manía (nomen omen) de poner los puntos sobre las íes, precisamente. Sin embargo, como digo, estaba equivocado.

Lo que me recuerda a cuando me dieron el premio Lux et Veritas. Incauto, me reí del número de premiados, pues fuimos un montón. ¡Mi único premio, y era a bulto! Pero, una vez allí, en la entrega en los Reales Alcázares de Sevilla, a medida que iban saliendo premiados y premiados a recoger su galardón, entendí, deslumbrado, que la singularidad es lo que menos me singulariza. Los méritos de los otros recaían sobre mí. El verdadero premio era ser parte de esa comunidad de galardonados.

Asocio aquel rompimiento de gloria con mi reciente conversión. El desencadenante ha sido el manifiesto Por un fin de ETA sin impunidad, que firmé con fervor, e invito a que firmen. Como me adhiero en espíritu a las innumerables manifestaciones y artículos que son la reacción lógica de una sociedad sana contra cualquier olvido de las víctimas, contra el mínimo privilegio a los terroristas, contra quienes aprovechan esta pantomima para algo y contra el menor atisbo de contagio del lenguaje o la narrativa de los asesinos.

Resulta reconfortante no tener nada singular que añadir y, de nuevo, un orgullo. Una parte muy significativa de España no está por el trágala y yo ni puedo ni quiero más que formar parte de ella. Hay ocasiones en que la existencia de una comunidad cumple las altas expectativas que encierra su nombre, casi siempre vacantes.

Del mismo modo, me sumo a las sentidas condolencias por la muerte de Carme Chacón. Y a tantas otras cosas, más pequeñas. Escribir una columna suele ser plantar una i con su punto encima, porque hay que sostener una opinión que contraste con la corriente y común, pero me alegra mucho más estar de acuerdo con mis conciudadanos en la mayoría de cuestiones. En la repulsa a ETA y a sus maniobras oportunistas, sin fisuras. El único punto sobre la i que cabe es el de la i del Máiquez de la firma.

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