Mañana comienza una nueva temporada vestida de plata para el Córdoba. Será la tercera consecutiva tras esa efímera prueba de cómo sentaba el oro a los colores blanquiverdes. Pero parece que poco o nada de lo que adivina el futuro tiene parecido con las imborrables huellas del pasado. Y sin olvidar, por la sencilla razón de que ahí hay fuente de conocimiento, es el momento de hacer borrón y cuenta nueva, de resetear para buscar una calma desde la que cimentar de manera más firme el crecimiento ansiado.

Estos dos meses y medio sin fútbol, sin ruido, han servido para mostrar la cara amable de la que quiere presumir este nuevo CCF. A los gestos con la afición de la presidencia, que se espera que no sean sólo un catálogo de muestras sin continuidad, hay que sumar los cambios deportivos, que al final son los que sustentan un proyecto.

Luis Carrión sigue de entrenador. Y se le ve fuerte y convencido, sabiéndose por primera vez el capitán de un barco que empezaba a agrietarse. El técnico se ha rodeado de un grupo que hoy se ve especialmente unido, mezcla de moderada experiencia y ese hambre que lleva consigo la juventud. Eso lo hace atractivo de primeras, ojalá también con el paso de los meses.

Muchas caras nuevas, hasta una decena por ahora más los que vienen desde abajo, y la mayor parte de la columna vertebral de ese equipo que salvó los muebles de qué forma es la base de este Córdoba que hasta la fecha ha transmitido sensaciones muy positivas. Queda por comprobar la respuesta en la batalla real que ya arranca. Lo hará con el cordobesismo habiendo apretado el botón del reset, sabiendo que Carrión hoy se merece los mismos aplausos que otros con muchos menos méritos han disfrutado, que el equipo desde ahora es el mejor esté quien esté, y que la voluntad del club es la de crecer. Juntos será más fácil. Y parece que esa es la hoja de ruta... Ojalá el tiempo sólo dé razones, sin tener que dar lugar a quitarlas.

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