Tiene pinta de tipo duro. Cara de pocos amigos, barba recia, cuerpo espigado y fornido... Es su imagen en el terreno de juego, en el campo de batalla, pero quien lo conoce dice de él que es un buen chico. Bueno, ya con unos añitos a cuestas (hace algo menos de un mes cumplió los 29). Héctor Rodas, elogiado por unos y cuestionado por otros desde su mismo desembarco en El Arcángel, hizo ante el Elche el gol de su vida. Su chilena, un tanto ortodoxa, valió su peso en oro en el partido del Córdoba ante los ilicitanos. Un tanto a falta de pocos minutos para el final que dio tres puntos al conjunto blanquiverde que pueden llegar a ser cruciales en su objetivo de salir de los puestos de descenso de manera definitiva. Eso será en el recuento final, pues ahora apenas sirven para vivir una semana más fuera del peligro, que se mantiene a tiro de piedra.

El partido parecía que caminaba hacia el empate sin goles, como en la anterior comparecencia en casa ante el Numancia. Nadie acertaba a meterla entre los tres palos y, de repente, gol. No de potente testarazo, ni de oportuno remate a bocajarro, ni de rebote tras una incorporación a la desesperada al ataque... fue en un acrobático escorzo como Rodas remató a la media vuelta y consiguió batir al meta Juan Carlos. Golazo casi impensable en su cuenta personal -no en vano apenas si lleva cinco en liga en su carrera profesional- pero a la postre materializado ante la alegría desbordada de la grada, que veía ya el partido ganado tras el tanto del valenciano a pesar de que quedaban más de diez minutos por jugar. Y como casi siempre son los centrales los que más críticas reciben cuando su equipo encaja un gol, pues de justicia es destacar a uno de ellos cuando consigue algo poco habitual: marcar y hacerlo de esta guisa. Héctor Rodas, unas veces villano y otras héroe. Mis respetos, goleador.

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