Ya saben ustedes que tengo menos letras que una liebre, que eso es algo que nunca he escondido, pero eso no quiere decir que no esté de acuerdo en que se hagan muchas cosas de los libros, porque si queremos aprender más cosas de las que sabemos tenemos que leer y cuanto más mejor. Y eso que lo dice alguien que sabe muy poco porque no ha leído todo lo que debiera, algo de lo que siempre me arrepentiré.

Y es que hemos estado de Feria del Libro, que viene todos los años por la misma fecha, chispa más o menos. Por lo que he leído en mi Día, que yo no he ido todos los días, no les voy a engañar, se han hecho la mar de cosas, que no han parado, que por lo visto la cosa ha estado muy bien organizada, que la gente se lo ha pasado pipa y han desfilado un montón de buenos escritores, según lo que he podido leer. También se ha hablado mucho de Ricardo de Molina, que ha sido uno de los grandes poetas que hemos tenido en Córdoba, y eso que hemos tenido poetas la mar de buenos, pero tela marinera, que yo creo que aquí han nacido como champiñones, y no creo que esté exagerando. De vez en cuando me tropiezo con Pablo García Baena, que durante años vivió cerca del barrio y que es un auténtico señor cordobés, que yo creo que más educado y más elegante no se puede ser. Estudió en el colegio que tenemos cerca, el López Diéguez, que hay puesto un azulejo que lo recuerda. Yo siempre que lo encuentro lo saludo, que aunque no me conozca él me responde, por eso de la educación que les contaba.

He tenido una semana de libros, pero también de truenos, sobre todo el domingo por la tarde, que me convencieron para que me fuera a Sevilla a ver el partido del Córdoba. Pues la tarde fue como el partido, horrible, pero horrible, que peor no se puede jugar, que aquello era una ruina sobre el césped, lo que yo les diga, y encima el gol que nos metimos, que eso no se ve ni en las películas, lo que yo les diga. Y es que cuando la cosa se tuerce así, pues eso, que suele acabar mal, que siempre son difíciles de enderezar, sobre todo si no se intenta. Y el Córdoba el otro día en el barrio de Nervión lo intentó más bien poco, hay que ser sincero, que eso lo vio cualquiera que tuviera ojos en la cara. Pero bueno, a pesar de los pesares no echamos mal día, y eso que el voladizo del Pizjuán pegó un crujido que no veas, que yo creí que nos había caído un trueno en lo alto, vaya rato malito que pasamos hasta que nos dijeron que no pasaba nada. En fin, que peor podría haber sido, porque siempre puede ir la cosa a peor, si uno se empeña.

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