Las Ramblas de Barcelona se convirtieron ayer en un dramático escenario del terror yihadista. Arrasando a derecha e izquierda a gran velocidad la furgoneta blanca de la muerte quiso matar a cuantos transeúntes paseaban por la urbe más turística de España. Los autores de este acto inhumano portaban armas de fuego y alquilaron a la par de la furgoneta asesina otra que buscaban la fuerzas de seguridad.

Con independencia del carrusel de sucesos desencadenados por este acto repugnante que hermana en la sangre derramada a Barcelona con Londres o París con actos terroristas similares, el atentado en sí se conecta con el derrumbe entre Siria e Iraq del Daesh y su quimera del llamado Estado Islámico que sorprendentemente ha tenido casi tres años de existencia, manejando un PIB enorme, controló a provincias enteras de Siria e Iraq y gobernó con el terror más infame a casi nueve millones de personas.

Apoyadas por dos alianzas antiterroristas intermacionales capitaneadas por Moscú y Washington, las campañas militares de Siria e Iraq para reconquistar las provincias perdidas a manos de casi cien mil yihadistas provenientes de más de 80 países dejaban al Daesh y a Al Nusra, la filial para el área de Al Qaeda, abandonados a su suerte. La financiación exterior de la que gozaron los terroristas en estos seis años de conflicto en el Creciente Fértil menguaba, los patronazgos se difuminaron y conforme se perdían territorios con la reconquista siria de Alepo, la capital económica, y la iraquí de Mosul, la capital espiritual del Daesh, los yihadistas arreciaron su campaña de terror contra Europa. Londres, París y otras capitales europeas -como en Damasco, Bagdad, Homs, Hama, El Cairo…- vieron estallar coches bomba, camiones arrollando a personas, coches lanzados a velocidad terminal contra peatones. Todo el terror nihilista desplegado por el yihadismo terrorista seguía las amenazas vertidas por sus líderes desde sus revistas informáticas y sus cuevas en los desiertos sirio e iraquí.

La pérdida de más del 70% de sus territorios en este último año aumentó el nivel de amenazas contra una Europa que les queda mucho más próxima a los terroristas que Estados Unidos. Los gobiernos europeos los conocían y todos elevaron sus niveles de alerta,y entre ellos el español.

España ha venido desmontando planes yihadistas para atentar en su suelo gracias al nivel operativo y de inteligencia de sus fuerzas de seguridad. Más de una docena de ellos fueron abortados y sus autores detenidos, juzgados y encarcelados. Pero también se advirtió que no existe una seguridad total, y ahora en Barcelona se ha hecho evidente. El grupo que haya efectuado este criminal acto de inhumanidad puede estar dentro del universo del terrorismo yihadista que intenta cuajar en el Magreb.

Si es una célula la que ha logrado establecerse en Barcelona sin duda ahora mismo las fuerzas de seguridad la estarán aislando y disponiendo su anulación más inmediata.

Ensangrentar Barcelona era el objetivo por su repercusión mediática internacional. Con este atentado el yihadismo intenta que el mundo sepa que no está acabado y que sigue en forma. Es un atentado para la propaganda del dolor que sin embargo esconde su debilidad en el hecho de que su califato del terror se extingue y con él todo cuanto los yihadistas aspiraban desde que se elevó como un cáncer en el tenebroso mapa del Oriente Próximo. Quieren morir matando.

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