No me cuesta reconocerlo, porque es la verdad, pero vaya lote de llorar que me pegué el otro día leyendo la carta de Juan Carlos, que vaya cabeza más buena y más bien amueblada que tiene ese niño, que otros con el triple de edad son menos cuerdos, lo que yo les diga. Yo mismo, para qué engañarnos, que me pega dos mil vueltas ese nene y seguro que me quedo corto.

Yo me acuerdo que cuando era pequeño a la gente que no era como todo el mundo las familias trataban de esconderlos como si fueran unos bichos raros y, claro, lo que conseguían era justamente eso, que fueran unos bichos raros, porque ni iban al colegio, ni se relacionaban con los demás ni nada de nada. Por suerte, eso ha cambiado mucho, y ya pueden vivir sus vidas como la mayoría de nosotros, y es que antes no los dejábamos. Es que si miramos para atrás nos damos cuenta de todas las burradas que hemos hecho en el pasado, que a bestias no había quien nos ganara, que vaya manera de meter la pata todo el rato. Me encantó leer la carta de Juan Carlos aquí en mi Día, sobre todo cuando decía que el ser tartamudo era algo que lo distinguía de los demás, y lo decía con esa sencillez y esa naturalidad que me ha dejado fascinado. Y lo mismo les pasó a Cayetano y Soraya, que también se quedaron embobados leyendo la carta. Por lo visto la carta la han leído ya unos miles, que hasta ha dado la vuelta al mundo, y yo que me alegro y más que la haya escrito un cordobés, que más paisanos así quiero yo para nuestra ciudad, que más grande y mejor la haremos, no les quepa duda.

De pequeños es que podemos llegar a ser muy jodidos, aunque realmente lo que hacemos es repetir lo que vemos en nuestros padres, que estos se callan y los niños no, y no sé si me he explicado como debiera. Pero lo cierto es que llevamos regular que haya gente que no es como nosotros, por lo que sea, ya sea de aspecto o por la forma de hablar o por lo que sea. Por eso es bueno que haya niños como Juan Carlos. Y es que hay gente que yo no sé de dónde sacan esa fuerza, de verdad, que yo me quedo con la cara a cuadros. Es como Pablo, esa chaval de Málaga que acaba de morir, que vaya manera de plantarle cara a la enfermedad, que eso es tener coraje y todo lo demás es un simulacro. Me ha dado mucha pena, aunque también es verdad que nos acordaremos de él, que ha conseguido poner la cara de una enfermedad que nunca queremos nombrar. En fin, que ya acabo, y sonriendo, que los ejemplos hay que sonreírlos y no llorarlos.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios