CRASH

El tesoro de Carl Barks

  • Planeta DeAgostini repasa en una obra el proceso de creación y la evolución del pato Donald de manos de Carl Barks

Verán, les podría contar muchas cosas sobre Carl Barks. Datos, fechas, obras. Pero sucede que tengo delante de mí el primer volumen de la recién estrenada Biblioteca que lleva su nombre, cuidadosamente editada por Planeta DeAgostini, con su gran formato, su papel de alto gramaje, sus tapas de cartoné y su lomo de tela redondeado, y reconozco sin pudor que aún me ciega el entusiasmo.

En sinceridad, sigo obnubilado por sus encantos. Rememoro una y otra vez las peripecias de nuestro primer encuentro: aquella soleada mañana de otoño, el tenso paseo hasta la librería, ¿habrá salido ya lo de Barks?, mirando de soslayo la estantería de novedades, sin querer hacerme demasiadas ilusiones. Como un adolescente en celo, supe que estaba ahí incluso antes de verlo. Lo agarré a toda prisa, no pregunté el precio, no le quité el retractilado para hojearlo, pagué y salí por piernas del lugar, sin pararme ni un instante hasta alcanzar la seguridad de mi casa. Una vez allí, lo coloqué sobre la mesa y lo observé detenidamente, a distancia, dejándome embargar por la emoción, sin quitarle aún el plástico, mirando en primer lugar la ilustración de portada: Donald y sus sobrinos sobre un fondo blanco, una viñeta primeriza de Barks, el pato caminando con porte orgulloso, los patitos extrañamente uniformados, sin sus gorras características -sustituidas por sombreritos de marinero caladas de lado-. Luego la contraportada: "un ambicioso proyecto que recogerá por orden cronológico todas las historias realizadas por el Rey de los patos disneyanos a lo largo de su carrera, complementadas con textos sobre su vida y su obra". En otras palabras: quinientas historietas, seis mil doscientas quince páginas -el primer volumen, piezas firmadas en 1942 y 1943 más prolegómenos, ocupa algo menos de trescientas, vean la envergadura del asunto-. Y finalmente, cuando hube completado el rito, abrí el tebeo, comencé a leer por la primera página y no me despegué de la silla hasta llegar a la última, saboreando cada instante de estas primeras tentativas, rudimentarias pero firmes, que quizá no deslumbren a primera vista pero anuncian a las claras la exponencial progresión de su autor. Y es que, como escribe Alfons Moliné en su introducción, esta monumental edición que ahora se inicia es "un verdadero tesoro repleto de acción, suspense, humor, sátira y todos los ingredientes que, felizmente combinados, han encumbrado a Barks como uno de los grandes narradores gráficos del siglo XX, contribuyendo con todos ellos a elevar la historieta a la categoría de arte y medio de expresión al mismo nivel que la literatura o el cine".

Como dije al principio, les podría contar muchas cosas sobre Carl Barks. Nos conocemos desde hace mucho. Pero sucede que tengo delante de mí el primer volumen de la recién estrenada Biblioteca Carl Barks y temo que -Dios no lo quiera- no se venda lo suficiente. Por eso les pido, les suplico, que lo compren. Porque ansío desesperadamente leerlos todos.

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