UNA tonta del bote que acabó siendo bastante lista. María Ángeles López Segovia (Lina Morgan) supo desde pequeña sacarle la rentabilidad a la sonrisa, aun en tiempos de pena y cartilla de racionamiento. El Madrid de la posguerra fue siempre un tabú en su recuerdo. Aquella época en la que tenía que ayudar a su padre a coser uniformes militares para sobrevivir.

El éxito no le resultó gratis. Lo alcanzó tras décadas de trabajo en La Latina, teatro al que llegó bajo el amparo de la familia Colsada. Empezó de bailarina. Después de interpretar varios papeles cómicos, dio el salto a la revista musical, el género de moda en aquella España tan mojigata. Pronto llamó la atención de los productores cinematográficos. A finales de los 60 logró el triunfo con dos películas: Soltera y madre en la vida y La tonta del bote.

La llegada de la Transición supuso un claro revés en su carrera profesional. El destape era condición indispensable para hacerse un hueco en el mundo del espectáculo. Su primer proyecto empresarial fracasó en el Teatro Barceló. Poco le duró el disgusto. En 1978 arrienda La Latina con su hermano, José Luis López Segovia. Un lustro después compró este castizo teatro, testigo de muchos de sus éxitos, sin olvidar el que cosechó en la televisión pública con la mítica serie Hostal Royal Manzanares. Según trascendió en aquel momento, cobraba 24 millones de las antiguas pesetas por capítulo. Lina Morgan puso fin a su trayectoria empresarial en 2010 al vender La Latina.

Hay quien asegura que de haber trabajado en EEUU, Lina habría cosechado el prestigio de Julie Andrews, con quien se la ha comparado -salvando las distancias- en más de una ocasión. Pero a la Morgan le tocó vivir y superar los cambios políticos de una España en la que hoy su humor blanco tendría difícil cabida. Un reto que superó en su papel de cómica y empresaria, labor esta última dominada hasta entonces en el espectáculo por hombres. Queda para siempre la sonrisa de una época.