Cultura

La rabia que se hereda

  • La ganadora del Princesa de Asturias de las Artes es el eje sobre el que giran las emociones de este montaje que da voz a tres generaciones de mujeres

La escenografía de Carl Filion y Anna Tusell es una pieza clave en la obra.

La escenografía de Carl Filion y Anna Tusell es una pieza clave en la obra. / ros ribas

Hoy llega por fin Incendios a Córdoba. No con la producción que llevara a escena su autor, sino con un montaje valientemente asumido por Mario Gas, actor, director de cine, teatro y ópera, y una de las figuras más relevantes del teatro español. Con más de un centenar de obras de teatro y una treintena de películas en su haber, éste es, según algunos críticos, su mejor y más ambicioso montaje.

La pieza, que sigue respetuosa e íntegramente la traducción al castellano de Eladio de Pablo, se estrenó en junio del pasado año en el Teatro de la Abadía de Madrid y no ha parado de girar ni de recibir los mayores aplausos, incluidos los del público malagueño, que acudió a su estreno en Andalucía el pasado 9 de diciembre.

La historia comienza en Quebec en 2003, cuando Nawal Marwan acaba de fallecer

Para dar vida a los numerosos personajes de la obra hay un elenco de primer orden capitaneado por la Princesa de Asturias de las Artes, Nuria Espert, de la que poco se puede añadir después de haberla visto a lo largo de los años convertirse en personajes tan poderosos y diferentes como Fedra, Yerma, Virginia Woolf, La Celestina o el Rey Lear, y de haber interpretado magistralmente, ella sola, todos los personajes de La violación de Lucrecia de Shakespeare dirigida por Miguel del Arco. Espert prestará su voz y su cuerpo a tres personajes: Juhane (la madre), Nazira (la abuela de la protagonista) y Nawal en la última etapa de su vida.

La historia de Incendios comienza en Quebec en 2003, cuando Nawal Marwan acaba de morir tras cinco años de silencio voluntario. En el testamento que deja en manos del notario Hermile Lebel encomienda a sus hijos gemelos, Jeanne y Simon, que busquen y le entreguen una carta a un hermano y a un padre cuya existencia les era desconocida hasta ese momento. A pesar de su inmensa rabia de cachorros abandonados, ambos emprenden un duro viaje hacia sus orígenes, a los lugares donde su madre, enamorada y madre a los 15 años, fue una víctima más de los horrores de la guerra. El hilo que los conduce en este viaje hacia la verdad más terrible, aunque necesaria, se va mezclando con el de la vida de Nawal: la adolescente a la que le quitaron a su hijo recién parido, la joven que aprendió a leer para liberarse de la miseria y que busca a su hijo en todos los campos de refugiados, la mujer solidaria y comprometida que viaja con su amiga Sawda, de la que heredaría el apodo de la mujer que canta, la prisionera torturada por el más cruel de sus verdugos y la que, finalmente libre, se enfrenta a éste en un juicio. Acontecimientos, encuentros, miedos, rencores y canciones se van superponiendo sin estridencias a lo largo de tres horas, con la sabiduría de quien conoce a la perfección no sólo la historia actual sino la frecuencia y el latir de su tiempo.

No faltan las alusiones a episodios concretos de la guerra, como el ametrallamiento de un autobús de refugiados palestinos por las falanges cristianas o el genocidio de 3.500 mujeres y niños palestinos perpetrado por las milicias libanesas en los campos de Sabra y Chatila, pero, como se ha dicho, en Incendios priman los nombres propios y para encarnarlos, junto a la Espert está el veterano Ramón Barea (también actor y director, Premio Nacional de Teatro 2013), que interpreta a cuatro personajes, entre ellos al peculiar notario Hermile Lebel, el único amigo de la difunta. Laia Marull, con un gran bagaje a la espalda tanto en teatro como en cine, será Nawal de joven, mientras Alex García y Carlota Olcina (rostros familiares por sus apariciones televisivas) interpretan a los gemelos. El resto de personajes se los reparten Alberto Iglesias (con seis), Lucía Barrado y Germán Torres.

Dadas las exigencias de esta compleja narración, reviste un papel primordial la escenografía de Carl Filion y Anna Tusell, con una placa central sobre la que se proyectan diferentes imágenes, así como la iluminación de Felipe Ramos y el espacio sonoro creado por Orestes Gas.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios