Antonio Muñoz molina. Escritor

"El mundo de la literatura muchas veces ha sido más retrógrado que el normal"

  • El escritor recala esta semana en Andalucía para presentar 'Un andar solitario entre la gente', el relato de un caminante anónimo que es también el de los escritores que cantaron a la ciudad

Antonio Muñoz Molina se encuentra inmerso en la promoción de su último libro.

Antonio Muñoz Molina se encuentra inmerso en la promoción de su último libro. / reportaje gráfico: Iván Giménez

Antonio Muñoz Molina se encuentra de gira por España para presentar su último trabajo, Un andar solitario entre la gente (Seix Barral), el ansiado regreso del superdotado prosista. El libro narra la historia de un caminante anónimo entre la gente, lo que graba y observa, y a la vez el relato de aquellos escritores que inventaron la ciudad como tema literario.

-Premio Príncipe de Asturias de las Letras, Premio Nacional de Literatura en dos ocasiones, Premio de la Crítica, Premio Planeta... Usted que cuenta con tantos galardones literarios y en una semana como ésta, ¿qué opina de los escasos nombres femeninos en la nómina de galardonadas? ¿Hay mucho machismo aún en el mundo de la literatura?

-Yo creo que sí. Son cosas que se arrastran y muy difíciles de cambiar. En los premios es evidente. No es una cuestión de opinión, sólo tienes que ver el porcentaje de hombres y mujeres que los han recibido. Otra cosa es el valor que se le pueda conceder a los premios. Se parte de una situación de desigualdad muy acentuada, porque ya en origen hay muchas menos mujeres que han tenido la oportunidad de escribir, de publicar y de recibir atención. Por tanto, con el paso de los años, serán menos las que tengan la oportunidad de recibir premios.

-A principios del XX había muchas menos mujeres que publicaban, pero en 2018 los porcentajes de las que lo hacen y las que ganan concursos literarios no cuadran.

-Yo me refería a premios que se dan a toda una vida. Igual ocurre en la Real Academia de la Lengua Española: como es un sitio en el que se está de por vida, la renovación es muy lenta. Aunque ahora, afortunadamente, hay bastantes más mujeres que cuando entré yo. Aún así, algo que viene de tanto tiempo tarda mucho en cambiarse.

-Sorprende que eso sea así en un mundo como el de la literatura, que se supone muy progresista, porque la Real Academia de la Lengua siempre ha tenido fama de conservadora.

-Pero eso es falso, tanto una cosa como la otra. El mundo de la literatura muchas veces ha sido más retrógrado que el mundo normal. Yo estoy casado con una escritora y he podido comprobar cómo había muchos más prejuicios que en otros mundos que se suponían mucho menos abiertos. No hay que dejarse llevar por las apariencias.

-Hablando de su esposa. Un andar solitario entre la gente, así como ocurría en Como la sombra que se va, es un canto al enamoramiento y a Elvira Lindo. ¿Por qué mostrar ahora esa faceta?

-Porque estos libros son más personales. En los otros también lo estaba pero no lo contaba porque estaban dentro de la ficción. Cuando escribes en primera persona e intentas hacerlo con claridad e integridad, lógicamente es más fácil que aparezca eso.

-Estos dos últimos libros también parecen escritos más a vuela pluma, algo que se empezó a notar en el ensayo Todo lo que era sólido.

-Sí, yo quisiera que eso fuera una evolución. Mi sueño es escribir con la máxima inmediatez, despojarme de complicaciones. Eso no quiere decir que sean libros menos complejos sino simplemente que buscas la claridad con mayor determinación. Muchas veces veo escrita una frase y la releo y digo: "Voy a hacerla más clara todavía. Igual tengo que partirla por la mitad para que quede más precisa". Procuro no dejarme llevar por la abundancia.

-Están lejos, por tanto, de un ejercicio de escritura automática.

-Una cosa es la espontaneidad y otra la naturalidad. Yo lo que busco es la naturalidad y en la escritura hay un momento al principio que es muy fácil dejarse llevar, y más en un libro como este, que no sabes hacia donde va. Para conseguir esa naturalidad hace falta bastante esfuerzo.

-Pero, ¿puede transmitir Un andar solitario entre la gente una sensación de mayor informalidad?

-Bueno, en el sentido de que la escritura es más abierta y más libre. Este libro es preferible leerlo de principio a fin pero también puede leerse a saltos porque está hecho de fragmentos cortos e enterrumpido por anuncios y eslóganes, que salta de una cosa a otra. No es un libro habitual. Lo que puede uno ganar con la edad y la experiencia es más libertad, y a mí me gusta sentirme libre y hacer lo que me pide el cuerpo en cada momento.

-Entonces es más por libertad que por cansancio de la ficción.

-Yo no estoy cansado de la ficción lo que pasa es que viene o no viene, los libros no son voluntarios, aunque en el núcleo del libro hay un elemento de ficción. Pero yo tengo la esperanza de que se me ocurra una buena novela.

-En el libro se refleja un seguimiento muy exhaustivo de la prensa. Ahora que está de promoción, ¿le suelta raro desdoblarse y verse reflejado en las mismas páginas que suele leer?

-Es que yo procuro no verlo. Me alegro de que me hagan caso y me aprecien pero no me pongo a coleccionar lo que han dicho de mí.

-No hay entonces una egoteca como es frecuente en muchos artistas.

-Sinceramente no. Está bien pero no es una cosa que me preocupe en exceso, aunque imagino que lo haría si no me hicieran caso ninguno.

-En el libro habla de los periódicos como "subproductos de consumo rápido y barato sin el menor escrúpulo de veracidad".

-Bueno, pero en el párrafo que señalo eso me refiero a los periódicos gratuitos, que llegan a poner cosas disparatadas.

-Bueno, pero en general, esa mala fama que puede llegar a tener la prensa, ¿se acentuará con la llegada de la prensa online?

-Yo creo que un error que ha cometido la prensa española es pensar que las versiones digitales tenían que ser más frívolas o livianas. Los periódicos que ahora mismo tienen más éxito en el mundo han aprovechado para todo lo contrario, para mayor rigor porque hay mayor espacio, se puede completar la información con vídeos o con otro tipo de materiales. Lo que me sorprende -también de la prensa en la que yo escribo, porque yo empecé a escribir en un periódico y sigo escribiendo en un periódico- es la facilidad con la que se han rendido a un sensacionalismo frívolo: yo no tendría que enterarme en un periódico de los que leo de lo que hace Kim Kardashian o Bustamante. En el libro hay recogidos muchos titulares que vienen en periódicos normales y son muy tontos como "Beyonce presenta el vestuario de su próxima gira". Y a mí qué me importa. Yo recogí uno de El País que me hacía mucha gracia: "Scarlett Johanson inaugura una tienda de Palomitas gourmet en París". Como eso de las enumeraciones tipo: "Once maneras de reducir barriga". Son cosas que hacen porque consideran que las deben hacer para atraer lectores.

-Más que para atraer lectores, ahora se buscará generar visitas.

-Pues se equivocan. Hay mucha gente en el mundo que quiere ser informada y esto genera bastante rabia.

-Como en el anterior libro, en toda la parte en la que habla de Lisboa, vuelve a ser muy preciso en la descripción de las ciudades.

-Sí, es que me gustan mucho las ciudades. El último capítulo se desarrolla en la plaza Bib-Rambla porque en 1981 en Granada es cuando yo intuí que se podía escribir sobre la belleza de lo inmediato. De ahí surgió el primer libro El Robinson urbano, que es una celebración de la ciudad de Granada en la literatura. Y este libro es un regreso a eso.

-Y ve esas ciudades a través de los ojos de otros escritores.

-Eso estaba también en El Robinson urbano, que es un libro que para mí fue muy importante. Lo que hice entonces es algo que ha seguido actuando sobre mi escritura, la prueba es que tantos años después he escrito esto, que es una especie de continuación.

-Como una especie de cierre de círculo.

-Bueno, no se si se trata de cerrarlo o de dejarlo abierto; nunca se sabe.

-Es frecuente en literatura recoger las voces de otros autores pero aquí ha querido también destacar la voz de la publicidad, aunque sea de forma crítica.

-Bueno, de forma crítica y no crítica. Yo quería recoger las voces de la vida cotidiana y dentro de la vida cotidiana estaban las voces de la publicidad, como los titulares de los periódicos. Lo que tiene la publicidad es que hay mucha gente muy inteligente trabajando en ella. Hay anuncios técnicamente mejores que muchas películas. Y hay bastantes frases publicitarias que parece que están sacadas de poemas, aunque no puedas olvidar que están creadas para provocarte la ansiedad de comprar cuanto antes. Pero ese es el mundo en el que vivimos.

-Sorprende esa mirada, porque normalmente los escritores y los artistas en general se acercan a la publicidad desde una perspectiva casi despectiva y usted afirma que hay mucho talento.

-Es que eso es evidente. Una parte del libro se llama Oficina de instantes perdidos, que es un anuncio de Catalana Occidente. Eso suena poético. Pero en el libro quería reflejar también el modo en el que continuamente está interfiriendo en lo que haces, como te saltan los anuncios aunque estés paseando al perro.

-Todas esas voces que recoge terminan generando al final una gran impresión de ruido.

-Es que vivimos en un mundo muy ruidoso: está el ruido de la publicidad, de la política, de la actualidad... Iba caminando y grabando y luego, cuando lo escuchaba, me daba cuenta del estruendo tremendo en el que había estado inmerso. Cuando uno va por la calle no es consciente del volumen. Creo que en el libro se ve que hay una necesidad de silencio y de retiro.

-El lector puede plantearse si todo ese ruido es un ejercicio de ficción o si de verdad ha existido ese caminar obsesivo pendiente de todos esos mensajes.

-Claro que sí, eso es completamente real. Esa voz que habla en primera persona soy yo. Siempre me ha gustado mucho fijarme en los anuncios, ver cómo funcionan, cómo se hacen. Cuando pasa el tiempo te fijas que en la publicidad está muy contenida una época.

-Al menos sus aspiraciones.

-Claro, las fantasías. Cuando estaba haciendo La noche de los tiempos leí muchos periódicos y muchos anuncios. Ahí te das cuenta que retratan muy bien una época. Y cuando hice Todo lo que era sólido me fui al periódico y miré los anuncios de 2005, 2006 o 2007, de la época de la burbuja, y no lo podía creer, esa sobreanbundncia de cruceros, urbanizaciones, coches... Esos fueron los últimos años de abundancia de los periódicos. Cuando yo veía esos ejemplares tan gordos, llenos de anuncios de bancos, de hipotecas de casas de lujo... Ahí está mucho más claro el reflejo de una época que en reflexiones teóricas o en ensayos. Era una época de borrachera colectiva y veías que esa borrachera no podía durar.

-El libro también recoge su paso por Nueva York. Después de residir en ella, ¿la ha desmitificado?

-Toda ciudad son dos ciudades: una la que se visita y otra la que se vive, sea Nueva York, París, Granada o Madrid. Cuando viajas ves la ciudad del visitante que ofrece la ventaja que no residir en ella, no tener vinculaciones emocionales, sentimentales. Cuando uno va por su ciudad, cada esquina tiene un recuerdo. Nueva York es una ciudad que para muchas cosas es fantástica. Yo me he educado en arte, sinceramente, allí. Pero luego, claro, la vida en una urbe así es dura, sobre todo la vida laboral que es más dura que en cualquier ciudad española o europea. Hay menos tiempo y la gente vive muy angustiada por el dinero.

-En el libro menciona los locos de Nueva York, que es frecuente ver deambular por sus calles.

-En una ciudad tan grande, en la que hay tan poca protección social y tan poco vínculo familiar, la gente que se trastorna se trastorno mucho porque no tiene quien la controle. No hay sitios para el tratamiento mental y es fácil que terminen en la calle o en la cárcel.

-¿Es cierto que los collages que ilustran el libro los ha realizado usted?

-Hay fotos hechas por el diseñador del libro de fragmentos de collages que yo he realizado, aunque los collages no son exactamente así. Son como versiones, pero sí que he hecho muchos.

-¿Los ha hecho porque, como señala, valora mucho el trabajo manual?

-Porque me dio por ahí. Soy muy aficionado al arte y disfrutaba mucho creando composiciones armónicas o chocantes, igual que las hacía verbalmente. Hacía poemas con titulares o anuncios, y también los utilizaba visualmente. Me entretenía mucho.

-El libro también toca el tema de la depresión. Estas prácticas manuales pueden ser una reacción a esos estados de ánimo.

-Yo creo que todo lo que sea manual es muy útil para la mente humana. El ser humano no está hecho para estar sentado mirando o tocando una pantalla sino para moverse y manipular cosas con las manos. La inmovilidad y la pasividad están muy conectadas a la depresión. Si una persona es propensa, es uno de los mayores peligros.

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