Crítica de Teatrosica

La memoria de los vivos

Cristina Medina como Carmela.

Cristina Medina como Carmela. / jordi vidal

Lleno absoluto el pasado viernes en el Teatro Góngora para para ver ¡Ay, Carmela!, interpretada por Cristina Medina y Santiago Molero bajo la dirección de Fernando Soto. El magistral texto de José Sanchís Sinisterra nos traslada al hecho más determinante de nuestra historia contemporánea a través de la mirada de Paulino y Carmela, un par de comediantes prorepublicanos que por equivocación cruzan las líneas para caer en el bando nacional, un error que le cuesta la vida a Carmela. El atormentado Paulino vuelve al teatro de provincias donde rememora aquella última función junto a su compañera asesinada, la cual misteriosamente regresa como un espectro para revivir tales acontecimientos.

La producción presenta una puesta en escena sobria, con escaso atrezo, marcada por claroscuros y efectos sonoros que confieren a la obra la atmósfera enigmática que propicia las ensoñaciones de Paulino y apariciones de Carmela.

Fernando Soto firma una brillante dirección donde intenta privilegiar la tragedia de quien sufre por la pérdida injusta del ser querido. Para plasmar esta idea no ha podido encontrar mejores aliados que la pareja formada por Cristina Medina y Santiago Molero. Gracias a su inconfundible vis cómica Cristina Medina confecciona una Carmela enérgica, descarada y llena de desparpajo. Contagia al espectador de vitalidad y al mismo tiempo es capaz de tocar fondo en el momento culminante de la obra. A su lado Santiago Molero nos regala un Paulino repleto de humanidad, sufrido y plagado de matices. Juntos se hicieron cargo de apoderarse del escenario y sostener la acción sin que decaiga a lo largo de la hora y 45 minutos que dura la función. Gracias a ello merecieron la ovación que el público en pie le entregó.

Bajo el evidente telón de fondo de la Guerra Civil Española, teniendo en cuenta la incuestionable necesidad de revindicar el reconocimiento de la dignidad de los vencidos, ¡Ay, Carmela! también nos habla de cuando la razón se sustituye por el discurso a cañonazos y la vida se convierte en mera supervivencia. Llegar a ese punto y decidir si bailar al son de la orquesta que toca o rebelarse marcan el límite entre la vida y la muerte. Carmela y Paulino son los títeres de esta farsa que por desgracia tantas veces se repite en la vida real.

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