Cultura

De luz y de color

Reconozco que no la llevaba en el ipod mientras visitaba la exposición pero en mi cabeza no paraba de sonar esa frase del estribillo de la conocida canción de Marisol. Más que una tómbola, el mundo es para Carlos Pérez Siquier (Almería, 1930) un extenso territorio abonado para las sorpresas.

Con el título de Trampas para incautos la Fundación Rafael Botí de Artes Plásticas en colaboración con la Universidad de Córdoba, la Fundación Cajasol y la Delegación de Cultura de la Junta de Andalucía en Córdoba presenta en la sala Puerta Nueva una selección de cuarenta fotografías de Carlos Pérez Siquier con las que se intenta esbozar una cartografía de su forma de mirar el mundo desde los años 70 a la actualidad.

Miembro del grupo AFAL (Asociación Fotográfica Almeriense) y renovador junto a autores como Masats o Cualladó de la fotografía española a mediados de los años 50, Pérez Siquier parte de una fotografía de rango testimonial renovada por autores americanos como Smith o Lange para desembocar a través del puente lanzado por la mirada de Klein en un poliédrico, colorista y optimista discurso en el que el color, la luz y la "recuperación de lo cotidiano" (quizás de lo real en palabras de Foster) le convierten en el maestro de un cierto pop patrio que años más tarde, sobre todo en los 80, sería reivindicado por fotógrafos que ya se habían liberado del "lastre" de esa fotografía como documento social para avanzar en el camino hacia la introducción de ésta en los circuitos artísticos internacionales.

Con el comisariado de Mónica Carabias, la selección de estas cuarenta fotografías parte de los años 70, dejando fuera la conocida serie en blanco y negro del barrio almeriense de La Chanca por una cuestión estética y cronológica, y se centra en el sorprendente tratamiento que de la imagen ha realizado Pérez Siquier desde esas fechas.

Si para Lautréamont el surrealismo era "el encuentro fortuito, sobre una mesa de disección, de una máquina de coser y un paraguas", para Carlos Pérez Siquier, la belleza nace de la sorprendente coincidencia de los rostros de los protagonistas de Casablanca en las lunas vidriadas de un coche aparcado en cualquier calle del sur de Andalucía.

En un deambular por el territorio andaluz, con predilección por las playas almerienses (Cabo de Gata, Níjar, Rodalquilar, Las Negras, Carboneras), Pérez Siquier va construyendo una azarosa cartografía con la que consigue definir un surrealismo verdaderamente sureño, un pop de corte andaluz para el que no utiliza ni el retoque digital ni el fotomontaje sino que esta superposición o convivencia de imágenes nace de la propia configuración del imaginario visual de la ciudad postcapitalista.

Bañistas y playas, maniquíes y Marylins de cartón piedra. Esa es la belleza en Pérez Siquier, los diamantes entre la basura de nuestra contemporaneidad.

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