Cosmopoética · Pilar Paz Pasamar

"Si desterramos la poesía de este mundo, ¿qué nos queda? ¡Qué aridez!"

  • La escritora gaditana, uno de los miembros fundacionales de la Generación del 50, ofrecerá un recital el viernes a alumnos del instituto Averroes y participará el domingo en la lectura de clausura del festival

La escritora gaditana Pilar Paz Pasamar (Jerez de la Frontera, 1933) es una de las máximas representantes de la Generación del 50. Vivió la posguerra en Madrid, donde coincidió con Gerardo Diego, Dámaso Alonso, Joaquín Rodrigo, Miguel Delibes, Carmen Laforet y Ana María Matute, entre otros. Estuvo vinculada al entorno de la revista Platero, proyecto en el que participó y para el que fue decisiva su amistad con Juan Ramón Jiménez. Tras casarse a finales de los años 50 abandonó la capital para instalarse en Cádiz, donde continuó escribiendo. En su obra retrata desde los aspectos más herméticos y filosóficos hasta momentos de la realidad cotidiana, como muestran sus libros Mara, Los buenos días, Ablativo amor, Violencia inmóvil, Del abreviado mar -donde homenajea a Góngora- o Sophía. Este año participa en la lectura de clausura de Cosmopoética y ofrecerá un recital a alumnos del instituto Averroes, una experiencia que le resulta "muy gratificante".

-¿Resulta difícil acercar la poesía a los jóvenes?

-No, para nada. A los jóvenes no, y además se van contentos porque la entienden y ven que el poeta no es ningún ser raro, sino una persona normal y corriente. Yo lo paso bien porque veo eso. Para mí ha sido siempre una experiencia muy grata y enriquecedora.

-Usted fue una escritora muy precoz, ¿es ahora más difícil, con las nuevas formas de entretenimiento, que aparezcan niños o jóvenes escritores?

-Creo que al contrario porque todo lo que es atención y juego está relacionado en cierto modo con la creación. Cuanto más saben los niños y más juegan más posibilidades tienen de internarse en el mundo de la poesía, la creatividad, la prosa. Siempre ha habido juegos absorbentes. Todo el mundo ha tenido una edad en la que el juego era lo primordial pero luego hemos elegido cosas más trascendentes. El que tropieza y se apasiona con los libros, con las letras, sigue ese camino. Yo les aliento a que vayan por ahí.

-Tanto en su vida como en su obra se ha interesado mucho por la situación de las mujeres. ¿Por qué lo ha hecho?

-Por justicia. Hay que darse cuenta de lo que hemos cambiado. A comienzos del siglo pasado empezaron las mujeres a promover esos cambios. Las del siglo XIX tenían que disfrazarse de hombre para entrar en un aula tan sólo a escuchar. ¡Es tanto lo que podemos hablar de ese retraso femenino! En las letras ya han alcanzado una meta, ahora hay otros géneros artísticos, como la música o la pintura, en los que necesitan avanzar más. La mujer no existía como creadora, salvo algunas, raras piezas de su generación. Pero en general la mujer tuvo que luchar mucho, y por eso su defensa. Los derechos femeninos han sido muy poco tratados. La posibilidad de avanzar por otros caminos que no fuera el ámbito doméstico eran inútiles. Viví eso, no en mi casa, pero en las familias con las que trataba y en el ambiente.

-¿Se ha sentido desplazada por el hecho de ser mujer escritora?

-Tal y como me han ido las cosas me han ido muy bien en comparación con lo que han tenido que sufrir otras. Los míos ya eran otros tiempos. Cuando estuve en la universidad ya había muchas chicas estudiando. No me puedo quejar porque tanto con los hombres como con mis compañeras escritoras ha habido muy buena relación y ahora hay nuevas relaciones con la gente más joven. Estoy muy pendiente de lo que escriben las jóvenes y ellas corresponden con una atención a mi obra. Mi vida no ha sido triste como la pobre Rosalía (de Castro) ni como las mujeres de finales de la guerra, a las que llamaron las tremendistas, como Ángela Figuera, Carmen Conde o Alfonsa de la Torre. Sin embargo, toda injusticia, toda guerra, empobrecimiento, todo lo que es negación, a los poetas, por suerte o por desgracia, nos hiere en la sensibilidad. Y sean hombre o mujeres, tenemos que darlo en nuestros poemas, tenemos que abrirnos a esas desigualdades y dar luz con la poesía. Es una manera de hacer feliz a la gente porque a través de los libros se encuentra un gozo especial, se anima a los demás a que lean y sientan.

-¿Qué recuerda de las tertulias literarias en Madrid?

-Sobre todo acudía a las tertulias de Juana Mordó, que tenía una galería de arte, y a las de Concha Lagos, que estaba en el estudio fotográfico que tenía su marido en la Gran Vía. Nos hicimos muy amigas a pesar de la diferencia de edad.

-A pesar de las oportunidades que le brindaba esta vida social decidió apartarse de ella cuando se casó. ¿Se sintió desplazada por ello?

-No, porque me mantuve unida a Madrid con los libros que editaba. Mantenía mis contactos con la gente de la capital. Me he sentido lejana geográficamente pero nunca fuera ni desfasada. Naturalmente han ido saliendo más nombres y generaciones. Creo que no hubiera escrito los libros que surgieron de este rincón andaluz tan maravilloso al lado del mar en una capital como Madrid, tan bulliciosa.

-¿Qué etapas diferencia en su trayectoria?

-Desde Mara a el último de Los niños interiores, quees una confesión de la vida, he pasado por obra popular, clasicismo del soneto, verso libre... Ha ido variando muchísimo el estilo. Hay etapas como la del ámbito doméstico, el amor en la casa, los hijos... Desde ese cántico fui a otras cavilaciones, buscando la verdad, otros deseos...

-También se ha atrevido con la narrativa.

-Sí, y además me encanta porque escribiendo prosa me divierto mucho más que escribiendo poemas. Los poemas son algo que, quieras o no, te desgarra por dentro. Te crujen por dentro hasta que salen. Sin embargo la prosa te divierte. Yo lo paso estupendamente con mis relatos. Por ejemplo, los cuentos últimos que Algaida me publicó, ahí tengo relatos y narraciones de todos los estilos. Me divierto mucho variando y con mis personajes.

-Pero prefiere la poesía.

-La poesía para mí es mi vida. Eso de descubrir lo que hay detrás de lo que vemos, darle el sentido poético a la vida... Si yo pudiera ahora cambiar tantos ámbitos y buscar lo poético... Es el sexto sentido de la vida. Si desterramos la poesía de este mundo, ¿qué nos queda? ¡Qué aridez! No lo concibo.

-¿Qué está escribiendo ahora mismo?

-Ahora mismo lo estaba haciendo. Escribo un poema de un libro que no acabo nunca de terminar, La estación del abanico. En este momento estaba haciendo recuento de lo que me va a quedar por ver, por vivir.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios