Arcángel. cantaor

¿Por qué mi hijo tiene que conocer a Michael Jackson y no a Paco Toronjo?"

  • El artista onubense, que acaba de publicar 'Al este del cante', recibirá un homenaje el 21 de abril en la Peña La Soleá de Palma del Río, donde actuará acompañado de Dani de Morón

Francisco José Arcángel Ramos (Huelva, 1977), más conocido como Arcángel, es una de las voces de referencia en el flamenco actual. Acaba de publicar Al Este del cante, un disco grabado un directo para el que ha contado con el Coro Nuevas Voces Búlgaras y en el que recuerda a sus maestros: Camarón, Enrique Morente, Lorca y Lole y Manuel. El próximo día 21 recibirá un homenaje en la Peña Flamenca La Soleá de Palma del Río, donde actuará acompañado a la guitarra por Dani de Morón.

-Escribe en las notas sobre el disco que éste, sexto de su carrera, es el primero en el que se ha sentido plenamente responsable de todas las decisiones.

-Sí, en todo lo importante, desde la grabación a la elección del repertorio pasando por la música y los arreglos de casi todos los temas, he estado más implicado que nunca. Y me siento orgulloso de lo que hemos conseguido, porque la comunicación con el coro [Nuevas Voces Búlgaras] era muy rudimentaria; yo en búlgaro, mira, ni tres palabras, y en inglés unas pocas más y mal dichas...

-¿Por qué se sintió más seguro para coger todas las riendas?

-Bueno, lo primero: eso no quiere decir que en los discos anteriores no las tomara. Sí es verdad que vinieron las cosas más dadas, alguien venía con la música, o me proponía un tema... Pero no es que haya sentido ahora que fuera un momento especial, en plan "venga, ya estoy preparado".

-Su anterior disco, Tablao, también se grabó en concierto. ¿Por qué le interesó plantear la grabación en directo y no en estudio? ¿Se trataba también de facilitar un poco la producción en tiempos de presupuestos reducidos o buscaba algo más?

-Ambas cosas. Por una parte, quería aprovechar el calor que da el directo, esa comunicación con el público. No voy a decir que hacerlo así sea mejor o que tenga más esencia, pero es innegable que te comportas de manera diferente. No es lo mismo grabar en un estudio que ante un montón de personas que están observándote, y a mí me gusta sentir ese precipicio. Por otro lado, sí que era también un modo de facilitar la producción, porque los discos se pueden eternizar, te podrías tirar grabando el mismo durante 62 vidas y a lo mejor nunca vas a quedar del todo convencido, como decía Paco [de Lucía]. Además, me gusta el modelo anglosajón, en el que los discos se grababan al final de las giras, no al principio. Eso ayuda a que el material llegue rodado y engrasado. Con este espectáculo llevo yo cuatro años y desde entonces ha cambiado casi todo, los arreglos, los temas, los textos, hasta los músicos, y durante todo este tiempo la comunicación con el coro era cada vez más directa y creo que eso se nota en el disco.

-¿Al este del cante, aparte de ese coro búlgaro, qué más está? ¿Usted mismo, tal vez?

-El título iba sobre todo por el coro, pero sí, también yo estoy al este del cante. Al este, en este caso, como podría ser norte, sur, oeste. El caso es que estoy... en otro lugar. Que a mí me gusta pensar que es el lugar de la libertad. O más que de la libertad, que puede parecer petulante, de la diversión. Estoy del lado de pasármelo bien con lo que hago, de disfrutar y olvidar ese yugo permanente de pensar "¿estará bien esta letra?, ¿y qué dirá de esto tal crítico?, ¿y qué opinará no sé quién de lo de más allá?". ¡Puf! Estaba ya un poco aburrido de todo eso. Necesitaba afrontar mi carrera de otra manera.

-¿Tanto le pesaban las expectativas y las opiniones ajenas?

-Tenían bastante peso en mi concepción del flamenco. Pero no sólo porque estuviera mirando de reojo las reacciones de los demás, sino sobre todo porque sentía mucha presión. Uno acusa la responsabilidad de tener una familia que depende de ti... Y por eso uno se piensa dos veces algunas cosas antes de hacerlas. Eso sigue ahí, pero me lo tomo de otro modo. Quiero pasármelo bien. Hacer lo que quiera, vamos. Pero no lo digo desde el punto de vista del que está ya pasado de rosca. Me refiero a que no quiero que me atenace nada que no sea mi propio criterio artístico. No puedo obligar a nadie a que me escuche, ni a que le guste lo que hago, sólo quiero hacer lo que me apetece, esperando que haya gente que me acompañe en ese camino. Eso, simplemente.

-Es curioso que se sienta obligado a hacer esta aclaración. ¿Por qué los flamencos justifican tantas veces algo tan evidente?

-Yo no justifico mi libertad, sino mi principio de libertad, que son cosas diferentes. Intento decir que me siento libre, pero no porque me crea ya por encima del bien y del mal. A veces, el que no te conoce se puede formar una idea equivocada de ti. Por eso me gusta dejar claros los conceptos. Y no nos engañemos, el flamenco es una música muy tradicional, no es lo mismo romper estructuras ahí que en otras músicas. Aun así, es verdad que muchas veces caemos en justificaciones innecesarias. Si yo lo hago, es por respeto.

-Vayamos a los homenajes a sus maestros en el disco. Está, claro, Morente, del que canta La aurora de Nueva York. ¿Qué cosas sigue diciéndole su obra?

-Pues como Camarón: cada vez dicen más cosas, y mejores, los dos. Es como si uno naciera hoy: no repara en que antes no había ordenadores y la maravilla que son, en realidad, esos cacharros. O la electricidad. ¿No es una maravilla la electricidad? Con ellos pasa un poco igual. Por costumbre, cuando ellos estaban, era más fácil darlos por sentado. Y ahora, cuanto más tiempo pasa, más aún valoro lo valientes que fueron, lo adelantados que estuvieron a su tiempo. Morente me enseñó tantos caminos... Uno de ellos, precisamente, las voces búlgaras.

-¿Y de Camarón qué se puede decir a estas alturas? ¿Intimida menos ya el vacío que dejó? ¿Sigue siendo casi imposible imaginar la aparición de un cantaor con un alcance tan masivo?

-Es muy difícil. Pero cada época tiene sus iconos, hay tantos factores... Además, lo que hoy nos parece extraordinario, a lo mejor dentro de 25 años es detestable, y obviamente no me refiero a Camarón. Puede pasar al contrario también, que con el tiempo apreciemos algo mucho más... Quién sabe. Gente con calidad hay mucha, pero creo que en el tiempo que a mí me va a tocar vivir no veré nada parecido a Camarón. Pero también murió Mozart y no se acabó la música, eh. Vinieron luedo Verdi, Wagner, Bartok, ¿no? En realidad, es injusto y hasta obsceno pensar que sólo ellos podían hacerlo.

-¿Y a Lole y Manuel qué les agradece por encima de todo?

-Esa apuesta tan valiente por la guitarra y nada más. Ese pasar de hacer flamenco a hacer canción flamenca, pero con sustancia y unos textos preciosos. Creo que nadie había escrito antes tan bien, con un lenguaje tan llano, con esa claridad, cuatro o cinco versos que ya te cuentan una historia.

-Lorca, otro homenajeado. ¿Qué faceta de él le interesa más?

-No sólo su escritura sino también cómo han recreado su poesía otros músicos. Leonard Cohen es indispensable. De Lorca admiro sobre todo su libertad, cómo expresó lo que quería, y ya sabemos el precio que pagó por ello. Nada más que por eso, como hombre, fue puro. Ese es mi concepto de pureza, no renunciar a algo fundamental para ti, independientemente de lo que eso pueda conllevar. Pureza, honestidad con uno mismo, son para mí casi la misma cosa.

-Nos estamos dejando a Dani de Morón y Rycardo Moreno, los guitarristas del disco. A usted le gusta cuidar la música, que sea creativa. ¿Hacia dónde quiso enfocarla esta vez?

-Quería que tuviera una clara base flamenca, pero con un punto jazzístico como puede ser el caso de Rycardo. La idea fundamental era fundir la música tradicional búlgara con el flamenco, todo ello con arreglos de una corriente moderna, por decirlo así, sobre todo las armonías, cercanas a veces al jazz o a la música brasileña.

-Usted actúa con frecuencia en el extranjero. ¿Con qué actitud hay que defender el flamenco cuando sale de España? Por ejemplo, y volviendo a Morente, él, que era un tipo con mucho sentido del humor y muy divertido, era también reticente a asociar el flamenco a la guasa...

-Yo tampoco soy amigo de eso. Y tengo una visión particular al respecto. Que el flamenco gusta, eso es indiscutible; lo que veo más discutible es el motivo por el que los flamencos solemos creer que gusta. He escuchado muchas veces eso de "el flamenco cómo no va a gustar, si tiene una emoción que no tienen otras músicas"; pues no lo creo, sinceramente. El flamenco tiene la emoción que tiene, que es mucha, pero como la tienen también la música clásica, el jazz o la bossa nova. Sentimiento tiene todo el mundo, todas las músicas. Lo que pasa es que en el extranjero todo ha sido diseñado para que la gente tenga la costumbre de ir al teatro, a escuchar música hindú, sefardí, rock, pop, lo que toque, y ya cada uno va decantando su gusto, pero se nota que en general la gente tiene un abanico bastante más amplio ya adquirido. Más predisposición. Y tienen un sistema mejor ideado, las instituciones culturales pesan. Es decir, que si tú tocas en el Koncerthaus de Viena, es porque se da por hecho que tienes el mínimo de calidad exigible para estar en ese escenario. De modo que la gente confía en la institución y tiene la costumbre de ir a formarse y a descubrir cosas.

-¿Y en España no pesan las instituciones culturales?

-El problema de España con la cultura es grave. Y no me voy a ir por las ramas, ni a un ámbito que no conozca bien. Para mí lo dice todo el hecho de que el flamenco no sea materia de estudio en los colegios de Andalucía. Que haya una asignatura casi anecdótica, pero bueno, la hay, y que tengamos que tocar una flauta travesera en vez de poder tener una guitarra en las manos o escuchar un cante de la Niña de los Peines... Mira, eso no se entiende.

-Oiga, ¿y por qué hay que estudiar flamenco en las escuelas andaluzas y no cualquier otra forma de expresión musical o un compendio de muchas?

-Porque es un componente, y yo diría además que importante, de las señas de identidad del pueblo andaluz. Como lo es un potaje de chícharos. El flamenco es el vehículo que escogimos para expresar nuestros sentimientos, alegres, tristes o como sean. Es inequívocamente nuestro. ¿Por qué mi hijo tiene que saber quién es Michael Jackson y no Paco Toronjo? ¿Y por qué tiene que saber quién es Mozart, que ese sí que no tuvo nada que ver con nosotros, por muy grandísimo que fuera, y fue la hostia de grande, pero qué tiene que ver con un tío del Cerro del Águila o con uno que vive en Huelva? Más bien poco, creo. Con el tío del Cerro tienen mucho más que ver Juanito Villar o El Lebrijano. Digo yo, vamos. No se trata de estudiarlo de manera técnica, o con profundidad de experto, sino en sus aspectos generales.

-En el baile se ha asimilado ya la sensibilidad vanguardista; y también la guitarra ha evolucionado muchísimo. ¿Y el cante?

-La guitarra es la que más ha evolucionado, no sé si porque es tan difícil que es donde menos se mete la gente a juzgar. En el cante el nivel de tolerancia es más bajo. Si pretendes desviarte, estás mucho más expuesto. Aun así, creo que está en uno de sus mejores momentos. Está alcanzando cotas de popularidad y de impacto en la sociedad que antes, salvo que fuera uno, yo qué sé, Camarón o Lole y Manuel o Antonio Mairena, eran impensables. El escaparate en realidad es grande, en parte porque la figura del cantaor ha cambiado. Ya no somos esos que van cantando las penas por los rincones.

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