artes escénicas

Un clásico del siglo XXI

  • El Gran Teatro acoge hoy y mañana 'Incendios', la hermosa tragedia sin paliativos que consagró a Wajdi Mouawad, con Nuria Espert al frente del reparto.

Se mire adonde se mire, en estos momentos resulta desolador contemplar las atrocidades que puede cometer el ser humano en nombre de eso que llaman "identidad", ya sea étnica, religiosa o ideológica. Tan terrible como esperanzadora es la belleza que surge a veces de la superación de esa misma identidad. Frutos inesperados de un mestizaje que, en todas las épocas, han elegido superar el odio para encontrar, allí donde se oculta, la grandeza de esos hombres y mujeres.

Porque al igual que el terrorismo, las tendencias actuales más ricas y liberadoras del arte se nutren en gran medida de los mestizos culturales. Así lo prueban nombres como Sidi Larbi Cherkaoui, Rachid Ouramdane, Akram Khan o Wajdi Mouawad.

Mouawad nació en el Líbano en 1968, en una localidad cristiana maronita rodeada de enclaves drusos y, tras el recrudecimiento de la guerra civil, su familia se vio obligada a huir, primero a Beirut, más tarde a París y finalmente, tras ser expulsada de Francia en 1983, se instaló definitivamente en Quebec. Allí se acercó Wajdi al teatro como un medio "para recrear el espacio de felicidad de mi infancia". Diplomado en 1991 en la Escuela Nacional de Teatro de Montreal, no paró de escribir, de actuar y de dirigir, llevando a las tablas, entre otras, obras de Sófocles, Cervantes (con una peculiar versión de Don Quijote), Shakespeare, Ahmed Ghazali o Edna Mazia. En 1998 obtuvo el premio de la crítica de Quebec a la mejor producción del año por su obra Willy Protagoras enfermé dans les toilettes y en 2005 creó dos compañías complementarias, una en Quebec y otra en Francia, dedicadas al teatro contemporáneo.

Empapado de los clásicos de todas las épocas, especialmente de los trágicos griegos y de Shakespeare, Mouawad empezó muy pronto a escribir sus propios textos. Su extraordinaria y rara capacidad para contar historias se une en él a un conocimiento tan exhaustivo de la mecánica teatral que, en poco más de una década, ha logrado convertirse en un auténtico clásico del teatro del siglo XXI.

Entre la quincena de obras que ha escrito y que sigue escribiendo (en estos momentos se representa su pieza Un obús en el corazón en los madrileños Teatros del Canal) se cuenta Seuls, un monólogo, interpretado por él mismo en 2008 en el Festival de Aviñón, dos novelas, Visage retrouvé y Anima, y una impresionante tetralogía dedicada a la memoria familiar que lleva el título global de Le sang des promesses. Dicha tetralogía está compuesta por Littoral, obra de juventud escrita en 1997 que narra los avatares de un padre muerto que es llevado a su Líbano natal, donde su hijo pretende enterrarlo, Incendies, Forêts y Ciels.

De la citada tetralogía y de toda su producción sobresale Incendies, sin duda uno de los textos más duros y hermosos de este siglo, que hoy y mañana llega al Gran Teatro de Córdoba (20:30) con Nuria Espert como protagonista y Mario Gas como director. Tragedia sin paliativos -los paralelismos con Edipo Rey son evidentes-, en ella confluyen la narración y la poesía, el horror y la belleza, el odio y el amor más extremos. Se evoca claramente la guerra que desgarró al Líbano de 1975 a 1990, pero nunca se pierde el punto de vista del individuo. Ése cuya ira va heredando de generación en generación hasta provocar una cadena de venganzas que no tiene fin.

"-¿Qué guerra? Quién sabe. Millones de destinos. Y no sabemos quien dispara sobre quién ni por qué. Es la guerra", dice en la obra el Médico del Orfanato de Kfar Rayat.

Pero frente a la fatalidad de las tragedias griegas, la aterradora verdad de los personajes de Mouawad los lleva de algún modo a la liberación, a la comprensión, a una nueva posibilidad de amor, empezando por el de esa madre muerta que protagoniza la obra y cuya inmensa vergüenza la hizo callar.

Otro de los motivos que hacen que Incendies se eleve muy por encima del resto de sus obras es su increíble vitalidad. El hecho de haberse escrito durante los diez meses que duraron los ensayos, con las aportaciones de sus extraordinarios intérpretes, le proporciona un aliento vital que la recorre de principio a fin, sin desfallecimientos, pero sin caer en el exceso o en el artificio. A pesar de lo rocambolesco de la historia, no se pierde nunca la conciencia de que estamos ante unos seres de carne y hueso y, en su simple lectura, resulta casi imposible sustraerse a la emoción que provoca.

El impresionante montaje de la obra realizado por Wajdi Mouawad con actores canadienses y franceses pasó fugazmente por el Teatro Español de Madrid en 2008, antes incluso de estrenarse en otros lugares de Europa. Ese mismo año el autor sería nombrado director artístico del Teatro Francés del Centro Nacional de las Artes de Ottawa.

Al año siguiente se representó la tetralogía completa, Le sang des promesses, en el Festival de Aviñón (del que ese año era Artista Asociado): las tres primeras obras en una velada maratoniana, en el Palacio de los Papas, y la cuarta, estreno absoluto de Ciels, en el Parque de Châteaublanc. En 2010 la obra fue llevada al cine por el director canadiense Denis Villeneuve y, en otoño de ese año, regresó a Madrid, esta vez a los teatros del Canal, donde en un par de días se agotaron las entradas para las diez funciones ofrecidas. Paralelamente a su éxito escénico, Eladio de Pablo acometió su traducción y la pequeña editorial asturiana KRK, en la colección A Escena, publicó desde 2010 hasta 2013 la tetralogía completa de Wajdi Mouawad. Incendios vio la luz en mayo de 2011. Hoy la obra triunfa por todo el mundo traducida a una veintena de idiomas, incluido el catalán, lengua en la que se representó en el Teatre Romea de Barcelona, en 2012, con la dirección escénica de Oriol Broggi.

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