antonio álamo. escritor

"Aunque cambien los soportes, la escritura es como un virus que siempre sobrevive"

  • El autor publica 'Más allá del mar de las Tinieblas', una narración fantástica que es tanto un homenaje a la Córdoba del siglo X como una reflexión sobre los modos de comunicarse

Antonio Álamo regresa a las librerías con una ficción ambientada en la Qurtuba del califa Al-Hakam II.

Antonio Álamo regresa a las librerías con una ficción ambientada en la Qurtuba del califa Al-Hakam II. / julián venegas

"Por aquel entonces los libros eran objetos escasos y preciados. Cada uno de ellos había exigido un esfuerzo enorme. Primero de quien lo había compuesto -fuera poeta, matemático, mago o geógrafo-, luego del calígrafo que lo había copiado y luego del encuadernador que lo había cosido. Y eso por no hablar de quien había fabricado el pergamino o el papel, la tinta y el cálamo". En un tiempo, el siglo X, en que cada volumen era ya de por sí un prodigio, el vendedor errante Abul Anbas lleva entre su mercancía un ejemplar único y portentoso, no sólo por su esplendorosa apariencia sino por el contenido, que parece tener la insólita capacidad de leer las vidas, anticipar los destinos, de los hombres y mujeres que se adentran en él. "Una sola cosa estaba clara: ese libro no podía haber sido escrito por un hombre", concluye uno de los personajes que asiste a ese estremecedor fenómeno, "sino por un demonio y, probablemente, provenía de un lugar tan remoto como el mismo infierno". Antonio Álamo (Córdoba, 1964) recuerda a la Córdoba del siglo X en Más allá del mar de las Tinieblas, sorprendente incursión del autor en la novela juvenil con tintes fantásticos que ha publicado la colección Las tres edades de Siruela. Una obra que, pese a su aspecto de narración amena y absorbente, levanta consigo un andamiaje complejo y encierra entre sus páginas tanto un homenaje a la Córdoba de los califas, aquella Qurtuba que "rivalizaba en fama con las principales ciudades del mundo", como un repaso por la evolución de ese extraño milagro por el que los individuos han llegado a entenderse: la escritura.

-Elige como uno de los protagonistas a Al-Hakam II, califa sensible a la poesía, a la Historia y a la Filosofía, un gobernante humanista.

-No podemos olvidar que el Islam forma parte del ADN de la península Ibérica, y que gracias a su presencia durante cinco siglos hubo hallazgos, avances, una cultura riquísima. Por ejemplo, fueron los que introdujeron aquí el papel, con todo lo que eso representa; y sus descubrimientos en la medicina o en la astrología eran sencillamente asombrosos. Y era una sociedad mucho más tolerante de lo que creemos. Al-Hakam II fue un gobernante profundamente humanista, que consiguió hacer la biblioteca más grande de todo Occidente. Una biblioteca por desgracia arrasada, de la que hoy no queda nada.

-Cuenta en el libro que en aquella biblioteca trabajaban 96 calígrafos, cinco encuadernadores, 17 iluminadores, diez traductores y tres archiveros. Impresiona el personal que acogía.

-En la Córdoba del siglo X se fundaron innumerables escuelas, había ejércitos de calígrafos copiando libros... Ocurría algo que hoy nos puede parecer increíble: hombres como Al-Hakam II pagaban grandes cantidades de dinero para conseguir algunos libros. Se enteraban de que determinado poeta estaba terminando una obra y viajaban a Bagdag o a cualquier otro destino para hacerse con ella.

-¿Sentía como una deuda, por sus raíces, contar ese pasado espléndido de Córdoba?

-Todas mis obras narrativas están muy localizadas en ciudades en las que he vivido, como Londres, Madrid, Roma... Ésta se centra en Córdoba, que ya aparecía en otro libro mío que también transcurría en Madrid, pero aquí se da la peculiaridad de que abandono una época contemporánea para hablar de un tiempo pretérito. Aunque no se puede calificar Más allá del mar de las Tinieblas como una novela histórica, porque tiene elementos fantásticos, y no se ciñe al siglo X sino que abarca también un pasado más remoto y viaja a un futuro que no conocemos.

-En ese trayecto, propone un itinerario por la evolución de la escritura, desde aquellos comienzos en que "una mujer dibuja en la roca de una gruta la silueta de su mano, y con ella le dice al mundo: 'Éste es mi hogar'".

-En primer lugar, habría que decir que nosotros le damos una enorme importancia a la palabra escrita, pero su historia no tiene más que cinco mil años, un tiempo bastante insignificante en comparación con los más de 13.000 millones que han transcurrido desde que existe el universo. Pero la escritura, eso defiende el libro, es como un virus que siempre ha sabido cómo sobrevivir. La novela da cuenta de ese viaje que hay de las cavernas del hombre primitivo a grutas del mundo tecnológico como Twitter, donde lo fragmentario parece ser lo preponderante. Y hay un detalle curioso: si nos fijamos, los emoticonos que utilizamos para responder a un mensaje, una cara sonriente, un pulgar levantado o un aplauso, no están lejos del lenguaje, la simbología que se usaba en las cavernas.

-Usted apunta que Platón desdeñaba "el mal hábito de la lectura", que creía que debilitaba la memoria.

-Platón temía que por la lectura desaparecerían los maestros, temía que ya no harían falta. En realidad, cada vez que se da un cambio de soporte para lo escrito, los viejos, y en este caso yo sería el viejo [ríe], hemos sido reacios a estos nuevos medios. En mi generación hemos vivido el shock de pasar de una cultura analógica a una cultura digital. Me motivaba mirar al pasado y comprobar cómo, si cambiaba el modo de transmisión de la palabra, la vieja guardia se mostraba reacia y pensaba que era el fin de todo.

-Sorprende que usted publique ahora una novela dirigida al público juvenil, pero en realidad, en su carrera son frecuentes los cambios de registro.

-Supongo que si uno busca conexiones entre un libro y otro las encuentra, pero en ellas hay voces y argumentos muy distintos; la verdad es que me aburriría bastante tener un estilo definido, consciente, en todas mis obras. Yo no pretendía hacer una novela juvenil, pero una vez que la terminé pensé en la colección Las tres edades, que he disfrutado muchísimo, de una manera natural. Quizás también porque este libro surge de preguntas que me hizo mi hija cuando era pequeña. ¿Quién inventó el lenguaje, la escritura? Para ella era misterioso que los hombres nos hubiésemos puesto de acuerdo en nombrar las cosas.

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