Cultura

Los años de la luna en cáncer

  • El prematuro fallecimiento de Josetxo Anitua, cantante de Cancer Moon, pone el dedo en la llaga de un asunto sangrante: la descatalogación de los discos del grupo

El pasado 22 de abril falleció en Bilbao a los 43 años de edad Josetxo Anitua, quien fuera cantante, letrista y compositor de Cancer Moon, una de las bandas más apasionantes, también injustamente semiolvidadas, del rock español de los 90. Con tres álbumes publicados en un periodo de cuatro años -Hunted by The Snake (1990), Flock, Colibri, Oil (1992) y Moor Room (1994), amén de varios temas dispersos en distintos recopilatorios-, el grupo, integrado en primera instancia por Anitua, el implacable guitarrista Jon Zamarripa y el hoy también desaparecido baterista Jesús Suinaga, supuso una especie de bisagra entre el eco ya remoto y desgastado de la sacudida pop que vivió España en los 80 y la por entonces todavía balbuceante eclosión indie, en primera instancia hinchada gracias a una crítica más entusiasmada por la posibilidad de cambio que vislumbraba que por los resultados reales de sus protegidos, quienes, contados con los dedos dos manos, aún tardarían tiempo en ofrecer discos con auténtica enjundia.

Situados en tierra de nadie, un terreno apenas compartido entonces por nombres como The Pantano Boas, Los Bichos y los Surfin' Bichos, los integrantes de Cancer Moon, pronto reducidos al núcleo Anitua-Zamarripa junto a músicos de apoyo, experimentaron un desmoralizante rosario de idas y venidas por distintas discográficas -una por cada álbum-.

Ese detalle, sin embargo, apenas dejó mella en sus trabajos, imponentes colecciones de rock indómito oteando siempre las posibilidades experimentales del ruido eléctrico, aunque sí legó, por contra, un posterior efecto nocivo para la historia del rock de este país: ninguno de aquellos sellos, unos fruto de la despistada ambición comercial y otros del sincero ardor del fan, existe hoy en día; el resultado, puede imaginarse, es que toda la discografía oficial de Cancer Moon está descatalogada y que aquellos títulos emblemáticos sólo pueden adquirirse, con suerte, en tiendas de segunda mano, ferias de coleccionistas o recurriendo al p2p.

Ello explica en buena medida el porqué del desconocimiento que aún en 2008 persiste respecto a una banda de semejante calibre y de tan decisiva influencia entre las generaciones de músicos y aficionados que la sucedieron, generaciones a las que debe resultarles difícil sospechar, a no ser que recurran a las hemerotecas, el impacto que en su momento provocó a los melómanos rock españoles la publicación de Hunted by The Snake.

Una guitarra distorsiana y ululante nos daba la bienvenida en Ramblin'; luego, el contundente redoble de Suinaga y la voz de Anitua (Oh ramblin' / Yes I do / Oh ramblin' / That's for truth / I could eat you like a ham) restallando en los oídos. Perdón, ¿dices que son de aquí? La pregunta resultaba inevitable, pues hasta ese momento ningún disco español provocaba la duda de manera tan incontestable. Hunted by The Snake (Haunted, según el lomo de la edición en vinilo) no sólo soportaba las comparaciones foráneas, sino que le hablaba de tú a tú a sus coetáneos europeos y norteamericanos marcando el punto de fuga del rock underground contemporáneo español.

Pero Ramblin' apenas es el principio. El muro de guitarras levantado por el maestro Zamarripa en Tell Me The Secret; las fieras espirales de (Feedback) The Iron Need, el puñetazo seco de Cruella Devil... Todo en Hunted by The Snake, una venenosa y adictiva mezcla de noise-rock, garage-rock y pop psicodélico que ya flirtea con la vocación experimental de sus creadores, va creciendo ante los incrédulos oídos del espectador hasta el lacerante bucle final de Voice of The Sax (bucle sin fin real en la edición en vinilo; en el formato CD se añadió como coda una versión de Iggy Pop, I Need Somebody).

La producción de Jaime Gonzalo, codirector de Ruta 66, fue en su momento denostada por el grupo, aunque contemplada en la distancia quizás resulte que aquella polémica respondiera más a la extraña situación de Cancer Moon en Polar Records, división de pruebas rock de un sello especializado en megamixes, que al trabajo de Gonzalo, que aguanta sin perder empuje el paso de los años.

Tras resolver no pocos problemas contractuales, Anitua y Zamarripa, ya sin Suinaga y flanqueados por músicos de apoyo, recalan en la entonces pujante independiente Munster Records con la esperanza, vana, de recibir un trato mejor. Apenas cuentan con cuatro días, entre el 16 y el 19 de abril, para registrar su segundo álbum en un estudio de Burdeos. Y pese a todo, Flock, Colibri, Oil vuelve a desplegar una fascinante colección de canciones en la que, junto a las andanadas tan propias de Cancer Moon -de las que ya avisa el primer corte del disco, Solution (Mooncycle)-, gana peso ese componente ensayístico siempre presente en sus trabajos. Indians, registrada en un cuatro pistas casero, White Sky, Ink o Folks dan fe de ello.

Instalados en Radiation Records, Anitua y Zamarripa parecen por fin disponer del tiempo y la calma suficiente para afrontar una grabación sin demasiadas presiones. Moor Room, mejor disco nacional del año para la revista Rock de Lux, tiende a considerarse su álbum más equilibrado, quizás por condensar en su docena de canciones todas las vertientes exploradas por el dúo en las entregas previas desde una perspectiva más madura y con mayor oficio. Todo está en él, la entrega de Josetxo al agarrarse al micro y dejarse el alma en unas melodías de oscuro atractivo y la imaginación de Jon tejiendo capas y capas de guitarras de las que sobresalen en los momentos precisos arrolladores riffs; la rabia -Girls Hangin' Round, Sweet, Sweet Cake, Lie, Stupid Pumpgirl, In a Hurry- y la dulzura -I'm Head Down, Caster, Blue Sky y la impresionante Stone of Head-, la desazón -Daniel Boone, Wolf of Cool- y el toque marciano -Risin'-.

Y después de Moor Room, el silencio, o casi. Anitua, DJ residente en uno de los locales más conocidos de Bilbao, el Kafe Antzokia, siguió vinculado a la música tanto a través de variadas colaboraciones -entre otras con Le Mans y Single, además de un álbum de versiones junto a Atom Rhumba- como de proyectos propios -Josetxo Grieta-. Con su muerte el rock español pierde a uno de los personajes más notables e inquietos, amén de afables, de su historia. Otra pregunta inevitable. ¿Se le ocurrirá ahora a alguien reeditar los discos de Cancer Moon?

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