Cultura

Risas y ciencia

  • Antonio Mingote y José Manuel Sánchez Ron unen dibujo y divulgación en el libro '¡Viva la ciencia!'

Antonio Mingote y José Manuel Sánchez Ron coinciden todos los jueves en la Real Academia Española. Al científico se le ocurrió un día pedirle al dibujante "unir fuerzas" y escribir un libro juntos donde ciencia y arte se diesen la mano. "Para mi alegría", cuenta Sánchez Ron, "inmediatamente dijo: '¡Qué honor!' El honor, claro, me lo hacía él a mí".

Así empezó todo. ¡Viva la ciencia! recorre en una insólita y acertada fusión los momentos clave de la ciencia con dosis de rigor y de ironía o sabiduría y humor a partes iguales.

Desde el principio de la física a la clonación de la oveja Dolly, pasando por la teoría de la evolución de Darwin o la de la relatividad de Einstein, el conocimiento se mezcla con el chiste inteligente al ver en los dibujos de Mingote a Pasteur corriendo tras un perro rabioso o al inventor de la oveja Dolly contando ovejitas para poder conciliar el sueño.

Si el comienzo de las matemáticas es claramente explicado por el científico, Mingote lo ilustra surgiendo en la cabeza prehistórica del homo sapiens, rodeado de mamuts, huesos y piedrecitas. No es equivocado, se han hallado, como argumenta Sánchez Ron en el capítulo dedicado a las matemáticas, "huesos de animales de muchos miles de años de antigüedad provistos de series de muescas, que constituyen auténticas máquinas de contar primitivas".

Doblemente satisfactoria para el lector, texto y dibujo se complementan rigurosamente en la obra para "ofrecer una visión (científica) del mundo", seleccionando para ello lo que ambos autores han considerado "sus pilares fundamentales".

Posee un lenguaje sencillo y fácilmente comprensible para los más pequeños y para los grandes a los que les haya costado siempre y les cueste asomarse a los libros de historia de la ciencia.

"Harían falta", explica el académico a este periódico, "muchos tomos para divulgar toda la ciencia, pero tampoco sería una buena idea porque alejaría a muchos de su lectura".

Cada una de las páginas del libro está llena de esa parte de misterio que tiene la ciencia. Afirma Sánchez Ron: "Lo que más admiro y me sorprende de ella es que exista. Que seamos capaces de establecer sistemas (teorías) que explican los fenómenos naturales. Y explicar quiere decir, sobre todo, capacidad de predecir lo que va a suceder".

el universo

Concretamente, el universo es uno de los temas que más le inquietan. La obra le dedica un amplio capítulo que repasa la importancia de la astronomía en el mundo babilónico y egipcio o la aportación de personajes como Copérnico, Brahe, Kepler y, por supuesto, Galileo, Descartes y Newton. Este último es una de las figuras a las que más admira Sánchez Ron, junto a Einstein y Darwin.

Mingote los dibuja solos o en su contexto. Así, Galileo aparece en actitud seria, en medio de planetas y estrellas a los que mira con un telescopio o enfrentándose a la Inquisición en una actitud testaruda, incansable y firme frente al temido tribunal. Aparecen Descartes descartando valiéndose de una papelera, Newton y Leibniz hablando de sus cosas rodeados de fórmulas o el popular físico británico Stephen Hawking sumido en un muy particular agujero negro capaz de tragar pianos, bicicletas, tirantes o majas desnudas.

protagonistas

Ellos son sólo algunos de los protagonistas de quienes se hace una reseña al final del libro y que aparecen retratados conjuntamente en un póster central. Los cuarenta principales une en una foto irrepetible a grandes de la ciencia como Aristóteles, Curie, Ptolomeo, Watson, Hubble, Faraday, Lavoisier o Pasteur con la especial gracia de Mingote, una de las joyas de la obra.

"En una hipotética futura edición", Sánchez Ron añadiría en esa foto a quienes hubiesen logrado "encontrar una teoría cuántica de la gravedad (que se pueda relacionar con la experiencia, algo que no sucede por el momento al menos) y una teoría unitaria del funcionamiento del cerebro".

El proceso de creación del libro surgió primero de la admiración que Sánchez Ron siente por Mingote: "Como la suerte me ha dado la oportunidad de conocerlo, se me ocurrió que me gustaría escribir un libro que él ilustrase". "No sin timidez", cuenta, se acercó a él y se lo pidió.

A partir de ahí, narración y dibujo fueron de la mano. El científico tenía el contenido del libro "en la cabeza y antes incluso de estar completamente escrito, le iba dando a Antonio (Mingote) las ideas de los dibujos y algún material gráfico y literario relacionado con ellos". Después, el propio dibujante -también escritor y periodista- "lo completaba con sus propias indagaciones e ideas".

Ese trabajo mutuo se nota en uno de los capítulos más apasionantes y amplios de todo el libro. La vida, polvo de estrellas: de los átomos a los sueños habla de la química, la estructura de la materia, la radiactividad, la física cuántica, la geología moderna, la tectónica de placas, la aparición de la vida en la tierra, las células madre o los sueños humanos, entre otros, parándose en los detalles y las curiosidades de las que partieron y que surgieron durante su desarrollo.

En este capítulo, Alfred Wegener cose los continentes separados por la tectónica de placas, Planck y Einstein comparten descubrimientos y Ramón y Cajal dibuja en un lienzo las complejas neuronas mientras se ve a la gente fuera observando un cartel de toros.

el futuro

El compromiso divulgativo de ¡Viva la ciencia! va más allá. En el último capítulo, científico y dibujante abordan en forma de incógnitas lo que será de la Tierra dentro de miles de años a la espera de un holocausto solar final y con toda la basura lanzada a la atmósfera y a las aguas de ríos, mares y océanos.

También se reflexiona sobre si en un futuro serán posibles los éxodos planetarios teniendo en cuenta que "la Tierra no es eterna"; o la inmortalidad del ser humano con las investigaciones sobre la mortalidad o inmortalidad celular con el desarrollo de las técnicas de cultivo de tejidos.

Sánchez Ron preferiría, sin embargo, que en un futuro se pudiera hablar de la existencia de vida en algún planeta fuera de nuestro sistema solar. Sería motivo suficiente para telefonear con urgencia a Mingote para volver a unir fuerzas en pos de la ciencia. "Siempre he pensado", dice, "que esta sería la noticia que más me gustaría recibir. Y no es imposible, los astrofísicos cada vez encuentran más planetas asociados a estrellas".

Considerado un gran divulgador -no hay más que leer ¡Viva la ciencia! para notarlo- Sánchez Ron cree que aún sociedad y ciencia no van todo lo que deberían de la mano. "Los medios de comunicación son fundamentales en esta tarea... Creo que hacen lo que pueden. Lo que más echo en falta es que los científicos escriban en los medios, y que lo hagan no sólo tratando de vender sus trabajos, sino adoptando posturas más amplias y utilizando estilos literarios atractivos". Sería su caso. La fantástica idea de unir dibujo y ciencia consigue que la obra sea apetecible a partes iguales viéndola que leyéndola.

El último de los dibujos de Mingote, con el que se cierra el libro, tiene como protagonista a la tortuga Harriet, el animal más viejo del mundo (murió con 176 años) y que supuestamente fue uno de los ejemplares que examinó Darwin en 1835.

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