Crítica de Músicacine

Puro arte

Marta Pereira da Costa, en su recital del pasado viernes en el Góngora.

Marta Pereira da Costa, en su recital del pasado viernes en el Góngora. / jordi vidal

Hoy la ciudad de Córdoba está de suerte, pues ha presenciado una de las más bellas interpretaciones musicales posibles. Marta Pereira da Costa, única mujer profesional de guitarra portuguesa a nivel mundial, dejó tiempo atrás su trabajo como ingeniera para dedicarse al mundo musical y no podemos estar más agradecidos por ello pues lo creado la pasada noche del viernes fue, a todas luces, puro arte.

Marta aparece sobre el escenario secundada por un cuarteto instrumental de piano-acordeón, contrabajo-bajo eléctrico, percusión y guitarra, que forman un ambiente especial con sólo las primeras notas del tema estrella Terra.

Y a partir de aquí, sucede la magia: las armonías de fado, jazz, ápices latinos y otros estilos se suceden en temas como Encontro, donde entretejiendo un aura de complicidad Marta se presenta como protagonista pero también deja espacio a las improvisaciones maestras de sus compañeros, aclamadas por el público en sonoros aplausos.

La artista, en el centro del escenario, demuestra un total dominio de este peculiar instrumento manejando tanto su registro más melódico como el formado por arpegios y secuencias de acordes que acompañan y se funden en el continuo sonoro del resto de integrantes. Cual Ella Fitzgerald con voz en una guitarra, brilla de forma especial con su personal versión del jazzístico Summertime, así como con su primera composición solista, Mihna Alma, donde pudimos observar a una Marta Pereira sutilmente emocionada y expresiva.

Grande es el tributo que la banda realiza en su última parte al guitarrista-compositor portugués Mario Pacheco, con cuyos sones termina este quinteto bajo los vítores de un público que, levantados de sus butacas, piden más.

Así, reaparece el grupo al completo para cerrar con dos temas cargados de acentuación rítmica, tímbrica en juegos instrumentales y sobre todo, un virtuosismo interpretativo llevado por Marta Pereira al último extremo, combinando velocidad y fuerza en el último canto de su guitarra portuguesa, como un especial obrigado -gracias- a Córdoba y a su calurosa acogida.

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