Cultura

Olivares, el aventurero humanista

¿Cómo reflejar visualmente la expresión del desacuerdo entre un hombre y un territorio? Los grandes maestros del western (Hawks, Ford, Mann, Peckinpah, Sturges -John-, Boetticher, Eastwood) proporcionan brillantes respuestas a esta cuestión. Un hombre avanza, crece, negocia, ama, disputa, enloquece, mata y muere en un territorio que no es suyo y que no conoce, un espacio salvaje, seductor, hermoso, mítico, ambiguo, terrible, un espacio que es una promesa y una amenaza, allí sueña y se completa y convalece y triunfa y se destruye. Coloniza a golpes de fracaso, está donde no le toca estar, es un intruso sin fe, sin esperanza, sin dinero, sin futuro y sin cordura, pero con pistola, que eso consuela mucho.

El hombre del Oeste entra en conflicto con la tierra a la que llega y por la que avanza, mientras que los tres protagonistas de 14 kilómetros, la nueva película de Gerardo Olivares, triunfadora en la Semana Internacional de Cine de Valladolid y que el pasado jueves fue preeestrenada en Córdoba, profesan un complejo, doliente, rotundo pero sutil desacuerdo con el lugar donde nacieron y del cual escapan. Violeta, Buba y Mukela, tres cicatrices de agua y sal en la piel rugosa de África, víctimas congénitas de una polución de miseria y fango moral que nadie comprende y todo el mundo asume, emprenden un decisivo, dramático, trágico viaje desde Níger hasta Marruecos con objeto de saltar a Europa. Anhelantes y solos, sojuzgados por los ecos inclementes de una maldición casi bíblica y casi eterna, sucios de sueño y de arena, vidriosos entre dunas, caminos y burdeles, inficionados de desconsuelo y luna insana en las intolerables noches del desierto, sedientos y fugaces, abismados sin tregua entre los herméticos pliegues de la pobreza, prófugos de su familia y su futuro, desenraizados, insomnes, heréticos en su nomadismo elegíaco y triste, los tres jóvenes domeñan sus miedos en una travesía que sólo tiene dos destinos posibles: la muerte o la incertidumbre.

Con estos materiales, Gerardo Olivares hace cine. Cine inteligente. El tono entre lúdico y entrañable de La gran final da paso a una perspectiva de análisis (ajustada a los códigos de la ficción documental) en la que la voluntad moral, la audacia formal y la pulsión narrativa comulgan entre sí para dar cuerpo a un relato sobre la desesperación/reacción del oprimido traspasado por una muy feliz tendencia al equilibrio y un rechazo de procedimientos que por desgracia son demasiado habituales en esas películas llamadas por alguna razón comprometidas. Olivares evita los subrayados, apuesta por la elipsis para plantear algunas de las situaciones más duras del relato (fundamentalmente ligadas al itinerario de la joven Violeta) y se muestra moderado a la hora de gestionar tanto la carga dramática de la historia como las posibilidades visuales que ofrece la apasionada filmación del continente africano. Frente a la exhibición o al exceso de cautela, Olivares propende a una contención que por sí misma constituye un argumento de significado en el caudaloso torrente de emblemas conceptuales del filme. No resulta excesivo ni austero. Suministra las dosis justas. Así, la película conmueve con estrategias legales, pertinentes y sutiles, con una sabia y sencilla combinación de resortes expresivos, aprehendidos y madurados al sol de sus múltiples viajes por África. La película es la crónica de un recorrido entre dos infiernos, y como tal desazona, golpea, araña, incita a la lástima y al pensamiento. Desconsuela un poco pero no tanto, porque nosotros al fin y al cabo estamos aquí.

Lejos de la demagogia y la ideología, el discurso de Olivares es incorruptiblemente humano. Es un aventurero humanista y hace cine sobre las aventuras del ser humano. Hace el cine que sabe hacer sobre los temas que le interesan y que mejor conoce. Desarma por su sencillez y por su eficacia. 14 kilómetros es su mejor película, un western inverso con molduras de road movie, un ensayo en el que demuestra que un hombre puede mantener la dignidad aunque los dioses en que cree hayan decidido emigrar a muchos kilómetros de distancia.

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