Cultura

Odiosa pero necesaria comparación

No se trata de nostalgias, sino de realidades. La diferencia entre el Ultimátum a la tierra dirigida por Robert Wise en 1951 y la versión de Scott Derrickson estrenada ahora es que la de Wise es un clásico que fundó la ciencia ficción moderna cinematográfica y la de Derrickson es un correcto entretenimiento, plagado de efectos especiales, que se olvida antes de salir del cine. Esto tiene sobre todo que ver con el gran talento (nunca reconocido por los maníacos del cine de autor) que permitió a Wise dirigir al menos una gran obra, si no una obra obra maestra, de cada género -terror (El ladrón de cadáveres, La mansión encantada), boxeo (Nadie puede vencerme, Marcado por el odio), negro (Nacida para matar), western (Sangre sobre la luna), denuncia (¡Quiero vivir!), ciencia-ficción (Ultimátum a la Tierra, La amenaza de Andrómeda), melodrama (La torre de los ambiciosos), bélico (Torpedo, El zorro del desierto, El Yang-Tse en llamas), musical (West Side Story, Sonrisas y lágrimas)- y con el menor talento que ha permitido a Derrickson rodar Hellraiser: Infierno o El exorcismo de Emily Rose.

Tras el talento tiene que ver también con la sinceridad o, si se prefiere, con el sentido de la oportunidad. El Ultimátum de Wise fue oportuno como aviso sobre los peligros de la Guerra Fría y recuerdo de la devastación obrada por la Segunda Guerra Mundial sólo seis años antes de su estreno. El de Derrikson se apunta a la moda ecologista con una evidente insinceridad que logra algún que otro momento ridículo y ha logrado que se haga universal el chiste de llamar Al-Gort, por Al Gore, en vez de Gort al robot que, junto a un extraterrestre, quiere impedir que el ser humano destruya el planeta contaminándolo. Se deja ver, eso sí, y entretiene. Pero sin aportar nada pese a su abultado presupuesto y a las buenas interpretaciones de Keanu Reeves (un actor que, en su registro de esfinge, merecería mejor destino que el que él mismo se ha buscado) y Jennifer Connelly, bien soportados por los secundarios de lujo Kahty Bates y John Cleese.

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