Crítica de Cine

Gyllenhaal y Whitaker valen la entrada

Gyllenhaal y Whitaker valen la entrada

Gyllenhaal y Whitaker valen la entrada

Antoine Fuqua es un hábil pero limitado director de películas de acción en todos los registros de la palabra, desde los más superficiales y ruidosos (Asesinos de reemplazo, Objetivo la Casa Blanca, El protector) a los más supuestamente elaborados (Día de entrenamiento, Lágrimas de sol, El tirador, Los amos de Brooklyn). Con una incursión desastrosa en el cine pos-histórico que sigue la estela de Ridley Scott (El Rey Arturo) y otra igualmente deplorable en el western (el remake de Los siete magníficos). Nada memorable ofrece ninguna de las películas de este mini-yo de los hermanos Scott (porque además de Ridley también se inspira en Tony). Tampoco esta, salvo las muy buenas interpretaciones de Jackie Gyllenhaal y Forest Whitaker. El primero es un boxeador de éxito a quien una tragedia hunde en la autodestrucción. El segundo es el entrenador aparentemente fracasado y olvidado que le ayuda a reconstruirse por amor a los suyos. ¿Les suena? Lógico. Lo contó hace muchísimos años Campeón y lo volvió a contar la saga de Rocky, entre otras muchas películas de boxeo u otros deportes.

Fuqua dirige con su hábil pero limitada eficacia esta historia que conocemos desde su propio título. Situando la cámara en proximidad mareante a los destrozados rostros de los púgiles logra darle más efectismo que eficacia al precio de cansar por insistencia, sin lograr el impacto de Scorsese en Toro salvaje o el patetismo de Huston en Fat City. Pero estas son palabras mayores para relacionarlas con Fuqua. Es desconcertante, aunque gratifique ofreciendo lo único verdaderamente destacable de la película, que Whitaker y sobre todo Gyllenhaal se dejen la piel (el segundo literalmente gracias a un muy buen trabajo de los maquilladores) interpretando con tanta pasión una película tan poco apasionante. Rachel McAdams, Oona Laurence y Naomie Harris -el equipo femenino- están igualmente bien aunque, afortunadamente para ellas, sin someterse a los tormentos del protagonista. Se comprende que haya tardado dos años en estrenarse.

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