Seminario sobre concha lagos Revisión de la vida y la obra de la escritora

García-Posada considera esencial el papel de 'Ágora' en la poesía de los 50

  • El crítico destaca la labor de la cordobesa como "agente cultural" en la oscura España franquista, así como su decisión de no afiliarse a ningún dogma y de "poner la poesía al servicio de la poesía"

Ágora, la revista que dirigió Concha Lagos y de la que surgió la colección poética del mismo nombre, representó "un papel esencial, equivalente al de la revista Ínsula", en la vida cultural española de los años 50 y 60, señaló ayer el crítico Miguel García-Posada en la última jornada del seminario que la Diputación, en colaboración con la Universidad de Córdoba, ha dedicado durante tres días a la poeta cordobesa. "No sé hasta qué punto se ha reconocido el papel de Ágora, pero lo cierto es que Concha Lagos alcanzó logros casi milagrosos como el hecho de que la revista llegara a los quioscos", añadió el experto.

En unos años en los que el panorama poético español se vio afectado por el predominio de la poesía social, el verso denunciatorio y proletario, Lagos decidió "poner la poesía al servicio de la poesía". Era "generosa, cortés y cosmopolita" y dio cabida en su colección a poetas como José García Nieto, Gerardo Diego, Gabriel Miró, José Hierro, Ricardo Molina, Gabriel Celaya, Pablo García Baena o Manuel Mantero. "No siguió línea dogmática alguna -afirmó García-Posada-. Apostó por poetas de varias generaciones y por el pluralismo estético. No participó de la dialéctica simbolismo/no simbolismo que marcaba la poesía del momento".

Fueron años difíciles: "España era un páramo cultural, a pesar de cierto revisionismo fraudulento que ahora lo niega. Escribir un poema era un acto contrario al orden establecido. Y publicar un libro era una odisea". En este panorama, Concha Lagos asumió el papel de "agente cultural": alentó "con discreción y vigor" valiosas iniciativas como su tertulia y su revista y "promovió la publicación de obras fundamentales para la poesía del momento". Pero su labor "ha caído en la ingratitud y el olvido: merece ser mucho más atendida de lo que ha sido hasta este momento".

García-Posada explicó que en los años 50 y 60 la escena poética española estaba marcada por "la contradicción entre el legado de la poesía existencial y los nuevos vientos de poesía social", poesía de resistencia que alcanzaría una posición "hegemónica" con Blas de Otero, Gabriel Celaya y José Hierro. Una poesía que en muchos casos cayó "en el discurso tópico, la pobreza verbal", en busca "de una comunicación más efectiva".

Los poetas de la llamada generación del 50 (José Manuel Caballero Bonald, Ángel González...) apuestan por un mayor esteticismo y recuperan temas como la infancia o el amor, "pero aun así algunos se contaminaron revolucionariamente, no pudieron evitar el virus de la poesía social".

La poesía escrita por mujeres era rotundamente minoritaria, pero junto a Lagos se alzaron en aquellos años las voces de Carmen Conde (de tradición simbolista), Gloria Fuertes y Ángela Figuera (apegadas a la poesía social), junto a Carmen Laforet en la narrativa. "La escritura femenina crece en estos años, atenuando el monopolio masculino", indicó el crítico. También son representativos los nombres de la sevillana Julia Uceda (que publicó dos libros en la colección de Ágora) y la granadina Elena Martín Vivaldi, poderosa voz lírica que convirtió la soledad en el motivo central de sus composiciones. Como antecedentes más próximos y admirados estaban las mujeres poetas del 27: Concha Méndez, Josefina de la Torre, Ernestina de Champourcin.

En relación a la poesía de Concha Lagos, el crítico sevillano considera que el motivo principal es la evocación de la infancia: "los orígenes perdidos, perturbados, ensuciados, el regreso a un paraíso que parece que existe pero se ha perdido".

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