Cultura

García Baena considera que Ricardo Molina era "el perfecto lector"

  • El poeta de Cántico protagoniza el acto inaugural con una evocación del pontanés, del que destaca su versatilidad y su amplia cultura

  • "Era un trabajador incansable", afirma

Ricardo Molina era "el perfecto lector". Lo afirmó ayer Pablo García Baena en el acto inaugural de la 44ª Feria del Libro de Córdoba, en el que recordó que "siempre llevaba un libro con él". El autor de Antiguo muchacho evocó sus vivencias junto al pontanés en una charla con el periodista Roberto Loya con la que arrancó un acontecimiento que se celebrará hasta el 2 de abril, con la doble novedad de su inicio en marzo y en viernes.

Nacido en Puente Genil, Molina llega a Córdoba con nueve años. Ya fue "un niño muy especial", indicó Loya: el río, el "temblor de los álamos", los paisajes cercanos amueblan su sensibilidad, crean la "iconografía de su infancia", que posteriormente se reflejará en su poesía. García Baena lo conoce ya en la calle Lineros, en una casa que hoy, lamentó el poeta, está "semiderruida", por lo que invita a que "alguna entidad" la restaure y sugiere que algún día este espacio acoja la fundación sobre Cántico de la que tantas veces se ha hablado.

Casa con "muebles sencillos", consola "de estilo afrancesado" y la gramola que Molina le compró a Carlos López de Rozas con sus discos antiguos. García Baena y Molina se conocieron en 1940 en la calle Gondomar, presentados por Juan Bernier. Iniciales bromas del pontanés sobre el atuendo de "soldado de ingenieros" de García Baena, que se terminan cuando lee un poema suyo: "Me miró hasta con respeto".

Personaje poliédrico, Molina era un erudito que estuvo en el frente de Peñarroya en la Guerra Civil, alistado voluntario en el bando nacional. Además de acariciar "todas las ramas del árbol frondoso de la poesía", hizo "prosa periodística y literaria", ensayo de diversos tonos y temas (con el flamenco como gran asunto de interés en su última etapa) e incursiones teatrales. "Siempre supimos el valor de Ricardo, en el diario de Juan Bernier hay notas sobre su valor literario y humano", indicó García Baena, que destacó que su compañero de Cántico "era un trabajador incansable: no tenía descanso".

El surgimiento de Cántico, como no podía ser menos, ocupó un tamo de la conversación. El origen de la revista, evocó García Baena, está en los "recortes" o "ediciones familiares de poesía con dibujos" que hacían él y Ginés Liébana, de las que salió un homenaje a López de Rozas. Llega entonces Cántico y los poetas se presentan a una edición del Adonais que gana José Hierro con Alegría (Molina logró el premio pocos años después). A Córdoba vienen Vicente Aleixandre, Gerardo Diego y Dámaso Alonso, que establecen relaciones con los jóvenes poetas del grupo. Una aventura que se desarrolla en dos etapas.

Y que termina en 1957. Mario López se refugia en Bujalance, García Baena se va a a Málaga y Julio Aumente a Madrid. Molina se queda en Córdoba, pleno de ocupaciones, "sus clases, sus oposiciones para profesor de instituto, sus estudios cada vez más hondos sobre el flamenco, su labor de asesor del Ayuntamiento, con alcaldes como Guzmán Reina y Cruz Conde...". Por eso, cuando se quejaba de su delicada salud, de su corazón, sus amigos no le creían. Pero había motivos para creerle. Ricardo Molina murió el 23 de enero de 1968, a los 51 años.

La feria recibe hoy (20:00) al escritor donostiarra Fernando Aramburu, que presentará su novela Patria, publicada por Tusquets Editores. En la caseta de firmas estará entre otros Olga Rendón, que a las 19:00 firmará ejemplares del epistolario en dos volúmenes Los poetas del 27 y el grupo Cántico de Córdoba.

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