Crítica de Flamenco

Ecléctico encuentro pero muy flamenco

Pedro 'El Granaíno', cantando en San Agustín en el espectáculo 'Leyendas'.

Pedro 'El Granaíno', cantando en San Agustín en el espectáculo 'Leyendas'. / rafael a. butelo

San Agustín, castizo rincón de nuestra ciudad que por segundo año se incorporó a la Noche Blanca del Flamenco, acogió el espectáculo Leyendas: cante, toque y los más habituales instrumentos musicales de viento, para dedicárselo a Camarón en el vigésimo quinto aniversario de su óbito y con un recuerdo para otros innovadores como Paco de Lucía y Enrique Morente. Y, como ocurrió en la novena Noche, el recinto se desbordó por la concurrencia de muchos aficionados, respondiendo a su popular vecindad y desde luego a los citados en el cartel.

En consecuencia, con la favorable acogida de Pedro El Granaíno, que ya está familiarizado con la gente flamenca de la tierra y volvió por enésima vez desde que participara en el Concurso Nacional de 2013, consiguiendo entonces ser cantaor finalista. Lo constatado desde entonces como garantía y aval de éxitos en cuantas actuaciones se viene prodigando. Así, acometió su programa rebosando energía y simpatía en un amplio repertorio, donde hay que destacar la hermosa nana iniciada con la flauta de Jorge Pardo, una lentísima Leyenda del tiempo recordando al desaparecido cantaor de La Isla, con Patrocinio y también por seguiriyas.

El veterano Jorge Pardo, asiduo en recitales flamencos con su saxo y flauta travesera, como por su talentoso y espectacular currículo en el mundo de otras músicas de raíces ancestrales, era muy esperado esta Noche Blanca rodeado por el grupo que no quedó a la zaga interpretando la soleá por bulerías, como bulerías gaditanas y así por tangos. Dejó agradablemente sorprendidos a propios y extraños que le demostraron, aplaudiendo entusiasmados, recordando que Pardo no es ningún advenedizo, considerando las ingentes actuaciones flamencas junto al inmortal Paco de Lucía y el propio Camarón.

El cordobés Antonio Luque Patrocinio Hijo, dio rienda a su brillante y locuaz sentido del manejo de su sonanta, con el respetable admirándolo desde que comenzó en concierto por cantiñas, escoltando en tangos a la cantaora Amalia, a Pardo por soleá y, junto al nutrido grupo que le acompañaba, bordándolo para que la velada fuese completa. Exhibió todo lujo de falsetas, fraseos, acordes y la biblia en pasta, con el público dándole su sitio de relumbre entre los grandes de la guitarra.

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