Cultura

"Despreciamos el presente y los días se nos convierten en trámites"

  • El autor santanderino publica 'El día de hoy', una reflexión sobre la paternidad, la ciudad como espacio de libertad y el desasosiego de los deseos postergados

Son las 7:20 y Álvaro Santiesteban abre los ojos. Comienza el día, pero su cuerpo se queda aplastado en la cama, atrapado entre la urgencia de hacer algo ya y el paradójico placer de sentirse derrotado (de que los acontecimientos lo hayan decidido casi todo por él). Tiene problemas, pero no son problemas extraordinarios (ni a eso llega): su mujer lo abandonó hace un tiempo, no tiene dinero, rechaza los pocos trabajos que le ofrecen con elegancia y orgullo incomprensible, tiene un hijo adolescente con trastorno de déficit de atención y sufre insignificantes accesos de violencia, una forma más, en realidad, de negar la tristeza.

Alejandro Gándara (Santander, 1957), del que se reedita La media distancia (alabado con fervor por Juan Benet, su descubridor), narra en El día de hoy (Alfaguara) una jornada en la vida de Álvaro Santiesteban. La novela pretende captar "la música del día" con una prosa atenta al ritmo y la melodía de los pensamientos que podrían asaltar a un paseante de Madrid, ciudad con reputación de trampa asfixiante que aquí se parece, sin embargo, a un enorme jardín.

-Se han referido a este libro como "la primera gran novela" de la crisis. Sin embargo, trata de algo mucho más profundo, más interior...

-Fue por una broma mía. Evidentemente, trata de otra cosa. De sentimientos conflictivos que son muy difíciles de contar, porque no son extravagantes ni satisfactorios para el lector.

-A final de la novela escribe una posdata donde enumera acontecimientos de ese día contado antes meticulosamente. Hay hechos nimios, como las tonadillas radiofónicas de Rocío Jurado, e importantes, como el final de la tregua etarra. Se leen todos con distancia. ¿Solemos estar demasiado al margen de lo que nos pasa por dentro?

-Ésa era una de las reflexiones. Vivimos en una sociedad que se olvida del presente, en un mundo dedicado a despreciar las satisfacciones, los deseos y los instantes. Y los días se convierten en trámites que tenemos que pasar para llegar a las satisfacciones y los deseos, que están cada vez más lejos.

-¿A qué se debe la desaforada ansiedad por hacer de esta sociedad?

-Somos una especie que tiene que vivir en comunidad y las reglas que nos damos a nosotros mismos tienen que ver con el logro. Vivimos además en una cultura en la que casi nada tiene importancia, en una sociedad fascinada con el dinero, que a todo le quita valor, porque todo lo valora en la misma medida.

-En la novela, Madrid es una parte más del personaje central, además de una ciudad muy aireada y disfrutable. ¿La vive usted así?

-Quería retratar la manera de vivir en una ciudad, la ciudad como un jardín, como una construcción de los seres humanos para vivir en paz y libertad y para poder vivir de sus palabras y de sus tratos. Y al mismo tiempo, cómo están cambiando con la llegada de otras culturas, otras ideas y otros mundos.

-Otra parte fundamental del libro es la relación entre el padre y el adolescente, reflejada en diálogos a veces absurdos por la voluntad de hiperrealismo, y la reflexión sobre la paternidad...

-La paternidad es una situación muy radical: cuando uno es padre deja de pertenecerse a sí mismo, hay otra vida que vale más que la propia y en primer plano hay otra persona, cuyo dolor duele más que el de uno mismo. Respecto a los diálogos, es así muchas veces, la verdad: uno no sabe de qué está hablando con un adolescente. Mi propio hijo los supervisaba.

-Se acaba de reeditar La media distancia, su primera novela. ¿Han cambiado desde entonces (1984) sus intereses literarios?

-No. Tengo el mismo interés por la pulsión poética del lenguaje. Lo que ha cambiado es el entorno. En la España que aparece de fondo en La media distancia había proyecto, pero no horizonte; en la España de hoy hay todo el horizonte posible, pero poco proyecto, es decir, una situación más pobre.

-Mantiene un blog, El Escorpión, que le obliga a estar al tanto de lo que se hace hoy. ¿Qué le interesa de la literatura española?

-España está en este momento centrando su tradición narrativa, de la que ha carecido en el siglo XX. Aquí no ha habido una tradición fuerte ni novela policiaca ni de ciencia ficción, por ejemplo. Ahora publican muchos jóvenes, y eso es lo que tienen que hacer, porque se tienen que foguear, igual que se foguean los jóvenes futbolistas. Creo que esto se está consiguiendo y se está haciendo bien. Dentro de esto, los escritores españoles no son muy distintos de los de otros países, para lo bueno y para lo malo.

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