Crítica de Teatro

Cuestión de diferencias

Puig y Flotats, el pasado sábado en el Teatro Góngora.

Puig y Flotats, el pasado sábado en el Teatro Góngora. / José martínez.

Entre el alboroto del gentío echado a la calle para festejar el Carnaval, un buen puñado de espectadores acudieron al Teatro Góngora para ver Serlo o no, para acabar con la cuestión judía, de Jean-Claude Grumberg, prestigioso dramaturgo francés nunca representado en nuestro país y que de la mano de Josep María Flotats rompe esta circunstancia para darlo a conocer con esta obra en los escenarios españoles.

En Serlo o no toda la acción se desarrolla en la escalera de una comunidad de propietarios donde dos vecinos, uno joven y otro mayor, suelen cruzarse. Motivado por la ignorancia y la adicción de su esposa a internet, el joven aprovecha cada encuentro con el mayor para interrogarlo sobre su condición judía y todo lo que ello conlleva. Éste, con suma educación y cierta ironía, responde a cada una de sus dudas. A lo largo de sus conversaciones de escalera establecerán una relación similar a la del profesor y el alumno, tratando algunos temas que cualquier persona ajena al judaísmo conoce por referencias superficiales a fin de lograr una mayor aclaración del origen y razones de las mismas. Poco a poco iremos observando cómo el joven va transformando sus ideas al mismo tiempo que su apariencia, abandonando finalmente la escena ataviado con la tradicional indumentaria de judío ortodoxo, aunque en ningún momento observamos prueba alguna de que tales cambios hayan sido realizados desde la reflexión o la sensatez. La obra finaliza con un monólogo a modo de confesión en el que, a través del personaje del hombre maduro, el propio Grumberg revela parte de sus experiencias vividas, entre ellas la amarga muerte de su padre y abuelo en el campo de exterminio de Auswitch y cómo estas vivencias, aunque lo hayan determinado como persona, en ningún modo lo convirtieron en escritor.

Gracias a la traducción de Mauro Armiño, Josep María Flotats ha sabido manejar un texto lleno de matices geniales manteniendo el tono conversacional de la pareja en una dinámica que entretiene y llega a divertir por momentos sin perder la naturalidad de los personajes. Tanto Flotats como su compañero Arnau Puig se entienden perfectamente, demostrando la gran complicidad lograda gracias a su profesionalidad y rodaje de la producción, algo que el público supo reconocer con el caluroso aplauso que les ofreció al terminar la función.

En la emotividad del discurso final Jean Claud Grumberg nos revela que bajo la eterna pregunta de por qué ser judío o no puede encontrarse la misma respuesta de por qué ser cristiano o no, o ser musulmán o no y que, con independencia de lo que cada uno elija creer, lo que nunca debe desaparecer es la humanidad, algo que desgraciadamente se pierde cuando el fanatismo se apodera de nuestros actos.

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